INTRODUCCION AL PEREGRINO


INTRODUCCION AL PEREGRINO

PRESENTACION
Esta historia, es algo más que le debo a mis padres.
Empezó por un primer viaje en piragua, desde Alicante a Tánger. Lo que me sirvió para darme cuenta que la piragua no era el medio de transporte ideal, para viajar por África.
A este viaje le siguió otro, en bici por el continente Africano, de unos tres meses pasando por los países de Marruecos, Mauritania, Senegal y Mali.
A la vuelta de este viaje, tenía un nuevo proyecto de viaje y no tarde en partir con mi piragua, desde Alicante a Sicilia.
Este año 2010 he llegado a Suráfrica en bicicleta, atravesando un total de quince países, desde mi ciudad Alicante.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

DESDE PORTBOU A LAS ISLAS HYERES

 
Acababa, de pasar Portbou, donde había pasado la noche en una playita que hay cerca del pueblo. Me tocaba empezar con mi vecina Francia y no quería despedirme de mi tierra pero no había más remedio, si quería llegar a Venecia. Que os podría contar de la costa francesa, que es maravillosa, que le pega mil patadas a la nuestra.
Sera mejor que empiece desde el principio, cuando me deslizaba con mi piragua por sus costas, por esos pueblecitos del Sur, tan encantadores. Francia es muy así tan romántica, intentando conservar al máximo su encanto, aunque dejando entrar la mano del ser humano para ellos, tan perteneciente a ese encanto. Yo estaba encantado y no tarde en acostumbrarme a este cambio, seguía remando adentrándome en el golfo de León y sus fuertes vientos, pero no me impidieron pasarlo, e incluso no tuve que parar muchos días. En cuanto a la gente aquí eran más sociables, más liberales. Aquí los puertos valían tanto para los ricos, como para los pobres, habían escuelas de velas abiertas para todo el mundo, eran un montón de escuelas las que las visitaban. No te decían nada por dormir en la playa, no solía aparecer el típico policía toca pelotas. En cuanto a la vida, si era algo más cara pero no repercutía en mi bolsillo.
Golfo de León, al fondo los montes Pirineos
Y así iba viendo esa maravilla de costa, con sus ciudades que aún conservaban al máximo las construcciones de hace unos siglos y sus recovecos mucho más conservados. Si algo echaba en falta era las playas, iban desapareciendo y eso que aun me encontraba en el golfo de León. Los días pasaban y aquí la gente, se seguía sin creer que iba a llegar a Venecia, no sé, si se creerían, que venía de España pero a mí me daba igual, siempre me ha dado lo mismo, mientras que disfrute haciendo lo que hago, no me importa. Y no se podía pedir más.
Llegando a la desembocadura del Ródano, tuve que hacer mi primera parada de un par de días, allí me instale en una de las pocas playas que hay al lado de un pueblo, donde había mucha caravana porque estaba en Francia y en un parque natural. No se puede decir que pase mal esos días, yo dejaba mi tienda vigilada por mi piragua y mi piragua, vigilada por mi tienda y me iba de excursión, cuando llegaba al pueblo alquilaba una bici o cogía un barco que había de esos con una rueda al lado y me iba a dar una vuelta, luego cuando volvía preguntaba el tiempo, en la capitanía del puerto. Cosa que aquí en España a veces está lleno de cualquier anuncio, menos partes del tiempo y me iba con un pollo asado que me compraba a la tienda a comérmelo. A la tarde volvía, tomaba algo me daba una vuelta por su feria, todos los pueblecitos tenían y algunos unas norias súper grandes. Y así más o menos pase ese par de días.
La tienda un dia de viento en el Golfo de León
Pero había que partir el segundo día a la tarde, había calmado el viento, metí todo en la piragua y partí, estaba atardeciendo y me salí en otra playa, ya estaba cerca de la desembocadura. Allí encontré a un pescador que me enseño a coger unos gusanos enormes, que el empleaba para pescar en la mar, el truco era ver en la orilla un pequeño agujero y después meter una pala bien onda y sacar un cepellón de arena para luego, buscar el gusano. Me advirtió que el tiempo no estaba seguro, así que aproveche la tarde y me fui hasta un gran faro.
A la mañana siguiente el tiempo era bueno, pero hasta la tarde no llegaría hasta la desembocadura del Ródano, cuando llegue por allí, vi unas bollas metálicas, así que pensé si los barcos pasan por fuera, yo pasare por dentro, el agua era marrón y conforme más me acercaba a la costa, más olas habían y en todas direcciones. Era un jaleo y se metían dentro de mi piragua, llenándola de agua por un momento, menos mal que no eran muy grandes. Decido alejarme de la costa y conforme paso las bollas la mar se va calmando. Puedo decir que si habéis oído historias de la desembocadura del Ebro, no son nada comparado con esta, la del Ebro no tiene ni bollas, ni nada y yo mismo pare con mi piragua en la misma desembocadura, en cambio en esta no me podía ni acercar a esta.
Pasaba la desembocadura y empezaba apretar el viento, pero esta vez venia por la espalda, que bueno, pensé en mi gran amigo, mi paragüitas. Ni corto ni perezoso, eche mano a la parte de atrás de mi piragua y saque, mi paraguas lo abro y pongo rumbo a un pueblecito, atravesando toda una bahía, llego a una calita encantadora que hay en el mismo pueblo en un par de horas y decido pasar allí la noche.
El día siguiente amaneció malo, no malísimo, lloviendo y con un viento mortal. Así que decido quedarme y me vienen a visitar una escuela de surf a mi playita, se ve que ya lo tenían preparado, porque el día no era muy bueno. Y debajo del tejadillo de una caseta que había montan la merendola y allí pasan la mañana hasta que llega la tarde. Y lo de siempre, que siempre hay el francés que habla español y el español que habla francés, este no es mi caso pero me dejan una tabla de surf y hay paso el día con ellos. Es genial esto del surf, es una cosa que tengo que practicar, si con la piragua ya lo notas con la tabla es súper, notas que la ola te lleva la sientes y entonces te tienes que levantar que es lo que jode pero pasamos buen rato y al día siguiente pude seguir, luego ya sí que nunca más pare hasta llegar a una isla muy famosa, de mucho dinero que hay antes de cabo Spice y se llama Sant Diour, o algo así. Creo que hay alguien que tiene mucho, pero mucho dinero y allí pare a ducharme en un hotelito, que me cobraron una pasta, pero ya llevaba más de un mes y nadie se daba cuenta, como andaba todo el día a remojo olía a sal, como el pescado.
Pero no puedo olvidar mi paso por Marsella, que tanto me hace recordar a mi tía, esa que emigro a Francia buscando mejor fortuna y que tanto la oía hablar, cuando se juntaba con sus hermanas. Llevaba unos días que, había salido del pueblecito ese de las tablas y todos los días llovía algo. Esa mañana llegue bien remojado, a un pequeño embarcadero derruido en una calita, que ya estaba cerca de Marsella, pare a comer y mientras esperaba como iba el tiempo, esos días estaba muy inestable. El embarcadero estaba debajo del jardín de una casa, fue lo que más me invito a salir cuanto antes, no ofrecía ninguna seguridad de hecho estaba vacío. Salí sin rumbo fijo, mi intención era llegar a Marsella y luego a las islas que había enfrente y cuando partía de esa cala vi una playita que no estaba mal. El tiempo cada vez era peor pero si me daba prisa llegaría, ¿A dónde? Esas cosas que no lo piensas bien, te metes y tu solito sin obligarte, podía haber dado hasta la vuelta.
La situación era la siguiente unas olas de más de dos metros a favor, el viento muy fuerte y cada vez más fuerte de lado un poco en contra pero no se notaba porque las olas te daban buenos empujones, pero también te succionaban cuando las bajabas de espalda, para levantarte otra ola, realmente parecía que no avanzabas. Aunque lo malo era cuando se juntaban en la cresta una ola de fondo y otra producida por el viento, que menos mal que eran pocas veces y te pegaban un empujón que te descolocaba la piragua y te la llenaba de agua. Menos mal que había parado de llover. Y así entre carcajadas y acordándome de todos los dioses del mar cuando salía lanzado por una ola, llegaba a Marsella, ni islas, ni nada, ya que estaba en faena de tirón.
Marsella
Llegue casi oscureciendo y un poco cansado. Y de repente la magia, pasando una islita que hay pasado el puerto, antes de llegar a la ciudad antigua, el viento cesa. Me meto una especie de bahía, que hay toda construida de casitas al lado del mar y veo una pequeña calita, a la que bajan unas escaleritas, sin pensármelo dos veces aparco mi piragua como yo digo. Pero ahora viene lo más cómico, nada más tocar tierra, aparecen una italiana y un marroquí, yo me pongo a cambiarme de ropa, con un cansancio y una adrenalina desbordante y cuando acabo me dicen; ¿Quieres fumar? Yo les miro y les digo, lo siento pero no puedo. Era lo único que me faltaba para derrumbarme, por si las olas no habían podido.
Al día siguiente amaneció bueno y después de tener un merecido desayuno por las calles de Marsella, partí rumbo a las Calenques, cabo Águila y más pa allá. Y no fue la única vez que me sorprendió el palomo, como decimos los hombres de la mar pero no pare hasta esa pequeña isla.
Cabo de Aguila
Llegue a medio día, deje la piragua en una de esas pequeñas escuelas de Francia que lo tienen todo, me buscaron un hotel y me fui a pasar el día en la cama, es una sensación inexplicable, solo se puede explicar a alguien que lo haya pasado, no hace falta ni compañía, a la tarde me di una vuelta y a la mañana siguiente estaba listo para continuar el viaje, pero amaneció lloviendo y con mal tiempo, pensé que tenía que salir. Así que a media mañana fui a la escuela, pregunte el tiempo y me miraron con mala cara, pensando, no veas el palomo pero me animaron y me enseñaron una carta del cabo, llamaron a un experto en piraguas y me señalo el único sitio donde podía parar antes de doblarlo, que estaba a una hora y media, más o menos decían, después del cabo había más sitios y un poco más allá otro puertecito. Tocaba remar, tire mi piragua al agua y les dije que tendrían noticias mías.
 Un inciso voy a dar un buen consejo, de marinero a piragua, no os fieis de las cartas de navegación, solo llevarlas a nivel orientativo, pintan más cosas de las que hay, con saber los cuatro puntos estratégicos y unos buenos prismáticos para ver la costa sobra, nunca estas tan lejos de la costa, como para no verla con ellos. Así, que iba remando como siempre con las condiciones un poco desfavorables, lloviendo, con el viento en contra, con bastante mar pero había que doblar el cabo Spice y como siempre iba remugando. Y cuando llego a la punta cesa el viento y empieza a llover un diluvio, no estaba preocupado por mojarme ya iba bastante mojado, pero estaba hay en medio y era una sensación nueva para mí. De momento nunca más la he vuelto a tener, apenas se veía la mar, las olas estaban pero no se veía nada, tampoco pasaba gran cosa pero era un poco incomodo, estaba dispuesto a parar en uno de esos puntos que se veían después del cabo, cuando ceso de ser tan fuerte. Llegue a la siguiente escuela y lo primero que pensé, fue en parar a avisar de donde había salido. Así que aparco mi piragua y voy a un marinero, que me manda a la oficina sin entender nada. Y allí me presento yo en medio de una reunión que tenían, sin cambiarme el neopreno y sin entendernos muy bien pues hablan muy poco español pero consigo que llamen a la otra escuela de la isla y se pone al teléfono el chaval que habla perfectamente español y asunto arreglado. Ha sido de las pocas veces que sabían dónde estaba y realmente se pasa peor, que cuando no saben nada. Y si no los Carabineros pero aun no hemos llegado a Italia.
Islas Hyeres
 Unos días después llegaba a las islas Hyeres, la punta más al Sur de Francia y la tarde antes de llegar, del día anterior a llegar, coincidiría con el experto de piraguas de aquella isla de Sant Diour, que llevaba a su hijo a una escuela de windsurf, que había, estuvimos hablando lo que pudimos, ya que no dominaba el español nada bien, me estrecho la mano y me deseo mucha suerte. La iba a necesitar.





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