INTRODUCCION AL PEREGRINO


INTRODUCCION AL PEREGRINO

PRESENTACION
Esta historia, es algo más que le debo a mis padres.
Empezó por un primer viaje en piragua, desde Alicante a Tánger. Lo que me sirvió para darme cuenta que la piragua no era el medio de transporte ideal, para viajar por África.
A este viaje le siguió otro, en bici por el continente Africano, de unos tres meses pasando por los países de Marruecos, Mauritania, Senegal y Mali.
A la vuelta de este viaje, tenía un nuevo proyecto de viaje y no tarde en partir con mi piragua, desde Alicante a Sicilia.
Este año 2010 he llegado a Suráfrica en bicicleta, atravesando un total de quince países, desde mi ciudad Alicante.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

UN VIAJE A SICILIA EN PIRAGUA

DESDE  ALICANTE  A  PORT BOU

Era una mañana de Febrero y yo me encontraba en la playa del Camping Bahía, en la Albufera de Alicante, esperando que llegase mi piragua, también había quedado con Luis el monitor y amigo de la asociación AIEM. ¿Quién llegaría antes? Por ahí viene, por ahí viene, era la camioneta del Decatlón, que me traía la piragua. Me ayudaron a descargarla en la playa y mientras la estaba preparando apareció Luis.
¿Qué pasa? ¿Estás preparado? Me dijo, mientras me estrechaba la mano.
Pues, claro. Le respondí.
Hacía, un poco de viento pero no tardaría en salir y doblar el cabo de las Huertas, ese día decidí dormir en la playa de San Juan, monte mi tienda, enfrente de esos imponentes rascacielos  y a la mañana siguiente, con las primeras luces del alba partiría rumbo a Campello, pararía en la Coveta Fuma, a comer algo, al salir de allí hacia un fuerte viento, que me haría volcar por primera vez, des volcaría mi piragua rápidamente y me subiría a ella de un salto, poniendo rumbo a Villajoyosa, no tardaría en llegar a su puerto, donde pare, me hice con algo de pan y de agua, en uno de sus bares y me fui a la cala del Conil a dormir. Al la mañana siguiente  no hacía muy buen tiempo pero decidí salir, cuando partía de la playa una rompiente me vuelca la piragua y al des volcarla el remo hace palanca con el fondo y se rompe.
Vaya desastre y nada más empezar. Menos mal que estaba al lado de casa y que había quedado dos días después, con Luis y otros amigos para pasar, una noche juntos y así que a la tarde siguiente aparecía, junto a Álvaro y otro amigo con un remo en la mano. Aun queda un poco de tarde y decidimos vernos en Benidorm, yo iría remando y ellos se acercarían en el coche. Allí nos veríamos en una cala a las afueras de la ciudad, donde pasaríamos la noche y tendríamos una pequeña fiestecilla.
Al día siguiente tocaba despedirse, yo llegue hasta el morro de Toix y me comunicarían por teléfono que la madre de una buena amiga mía tenia metástasis y estaba muy mal. Así que a la mañana siguiente decido llegar a Moraira y allí coger el tren para volverme a verles, pase un día con ellas y a la mañana volví a coger el tren para volverme a por mí piragua. Ese día dormí un poco antes de llegar a Javea y el próximo día llegaría hasta  Gandía donde tuve que parar un par de días por mal tiempo. Cuando partí estaba un poco preocupado, pensaba que todo iba a ir igual de lento pero al día siguiente me encontraba en la Albufera de Valencia y al siguiente ya había pasado la ciudad. Pero en Buriana, me iba acontecer algo digno de narrar.
La tarde que llegue, plante mi tienda no muy cerca de la orilla pero a la noche se levanto la mar y a la mañana, tuve que recoger corriendo la tienda, porque las olas iban a entrar dentro. Me dio el tiempo justo para recoger las cosas que tenia dentro, cuando acabe una ola entro dentro, llevándose la tienda hacia la playa y dejándola toda mojada. Estaba lloviendo algo y pensé en dejar la tienda bajo del voladizo de unas casas para que se secase, el tiempo era malo y mientras daba algunas vueltas por el pueblo la tienda se iba secando. La sorpresa vino cuando doblo una esquina para ver que tal anda la tienda y veo que no está. Ya me han robado, pensé y empecé a jurar y perjurar pero la tienda no aparecía. Estaba muy enfadado y en eso que apareció Manolo, un señor de Madrid que ya llevaba unos años viviendo en Burriana, lo primero que me aconsejo, cuando le conté lo sucedido fue que me tranquilizase, luego me dijo; que no me preocupase que el pueblo era muy pequeño y que todos se conocían. Así que no le extrañaba que si la habían cogido volviese aparecer. Se fue y me dejo solo de nuevo, pero al par de horas apareció otra vez y en sus manos llevaba mi tienda, fue una gran alegría el volverla a ver. Le di las gracias y a partir de ese momento todos me conocían en el pueblo, me trajeron hasta algo para cenar y esa noche dormiría algo más alejado de la playa, cerca de una asociación que había para los jubilados de la mar.
A la mañana siguiente antes de partir, ya me estaba esperando una señora con una bolsa de nueces y unos plátanos para que me llevase y así como partí de Burriana. Me esperaban muchos sitios por conocer y aunque no fuese el único percance que tuve, no me iba a dar por vencido. La siguiente cita bonita vendría en el delta del Ebro, aunque también pasaría por sitios maravillosos como Peñiscola. Esa noche la pase durmiendo en un astillero bajo un barco y a la mañana siguiente mientras conversábamos, el dueño del astillero me invito a un café.
Conforme me iba acercando al delta del Ebro, vi a un pescador y este me informo que me metiese en el primer brazo, que luego podía salir a mar abierto. Yo le hice caso, lo que no sabía que iba a llegar tan extenuado, que cuando vi tierra no me pare, ni a pensar, que era un cenagal, no importaba necesitaba descansar mis  brazos no daban para más. Cuando hube descansado un rato partí entre las mejilloneras, era precioso, de vez en cuando encallaba mi piragua y tocaba meter los pies en el lodo y andar un rato arrastrándola. El atardecer era precioso, veía manadas de flamencos australes que emprendían el vuelo cuando me acercaba, era encantador, hasta hice una pequeña parada  en una pequeña torre que había derruida, en medio del agua. Llegue a una rampa que había para subir embarcaciones, era el lugar ideal para montar el campamento, habían unos chavales de voluntariado medio ambiental y estuvimos hablando un rato mientras montaba la tienda, estos me informaron que más adelante había como un canal que atravesaba el brazo de tierra y llegaba a mar abierto. Quizás esa noche fue la noche que más frio hizo durante todo el invierno, a la mañana cuando desperté, el doble techo de la tienda estaba escarchado y mientras desayunaba iban llegando pescadores dispuestos a salir con sus barcas. Estuvimos hablando un rato y aproveche para preguntarles lo de la canal, a lo que respondieron, con un no rotundo, decían que llevaban pescando toda la vida allí y que no habían visto nunca una canal. Pero me dijeron que no me costaría arrastrar mucho los doscientos o trescientos metros, la piragua, que me separaban del mar abierto.
Con la idea de arrastrar mi piragua, partía de ese pequeño muelle y en media hora me encontraba en tierra, la estrategia era la siguiente; vaciar mi piragua, llevar las cosas hasta la playa y por ultimo arrastrar mí piragua hasta allí. Una vez que estaba todo allí, monte el equipo encima de la piragua y salí mar abierto, aquí la mar estaba más movida pero no impidió que llegase a la misma desembocadura y parase en la misma, en un ápice de tierra, mientras veía a unas cuantas barcas pescar en la misma desembocadura.
Cuando partí de allí, era impulsado por las olas que producía la desembocadura, era una gozada surfear estas olas, sin el problema de encontrarte ese obstáculo de la orilla. Estaba oscureciendo pero estaba dispuesto atravesar todo el delta del Ebro, por lo que llegue al siguiente puerto de noche, era como si me estuviesen esperando, me dejaron ducharme en sus vestuarios y después me fui a tomar algo y a conectarme un rato a internet, cuando regrese al puerto se brindaron a dejarme dormir allí pero llegaba con ganas de ir hacia una playa y dormir allí, así que me tomaron por loco y dejaron que me marchase. Y esa fue la travesía del famoso delta del Ebro, conocido por su peligrosa desembocadura.
Al poco tiempo llegaba a la provincia de Barcelona y en el puerto de Castelldefel, me querían hacer pagar por amarrar mi piragua y cargar de agua, a lo que les respondí con un venga ya, cargando de agua en el pantalán y llamándoles de catalanes, tacaños y más cosas. Pase la gran capital y a medio día paraba en la Barceloneta después del puerto y después de uno o dos días más navegando, haría un viaje de vuelta Alicante, porque sabía que después lo tendría mucho más difícil.
Cuando llegue dije, que estaba dispuesto a llegar hasta Venecia, que como última prueba me faltaba pasar el cabo de Creus. Pero no me hacían mucho caso, así que pase unos días con los míos y volví a por la piragua, que estaba en un puerto, dispuesto a proseguir el viaje. Me adentre en el cabo de Creus y todo era encantador, aunque el tiempo era algo malo me permitía, ir poco a poco arañando unas millas. Pise una de las islas Medas y subí hasta su cima, también pase la bahía de Rosas en línea recta, pese a los consejos de las personas del puerto de la Escala, que decían que fuese costeando. Pero un poco más tarde me tocaría descansar en una cala medio día debido al mal tiempo y al siguiente tendría esas maravillosas vistas del faro de Creus, con las montañas de los pirineos nevadas al fondo.
Me daban ganas abandonar mi piragua y ponerme andar por esas grandísimas montañas pero mi viaja debía de proseguir y esa misma tarde llegaría a Portbou, donde se cumplía la primera etapa, de este periplo del Mediterráneo.                                   



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