INTRODUCCION AL PEREGRINO


INTRODUCCION AL PEREGRINO

PRESENTACION
Esta historia, es algo más que le debo a mis padres.
Empezó por un primer viaje en piragua, desde Alicante a Tánger. Lo que me sirvió para darme cuenta que la piragua no era el medio de transporte ideal, para viajar por África.
A este viaje le siguió otro, en bici por el continente Africano, de unos tres meses pasando por los países de Marruecos, Mauritania, Senegal y Mali.
A la vuelta de este viaje, tenía un nuevo proyecto de viaje y no tarde en partir con mi piragua, desde Alicante a Sicilia.
Este año 2010 he llegado a Suráfrica en bicicleta, atravesando un total de quince países, desde mi ciudad Alicante.

martes, 14 de diciembre de 2010

EL ULTIMO VIAJE

No sé cómo empezó esto, siempre había sido un muchacho inquieto, al que le gustaba ir de una parte a otra. Había viajado por gran parte del mundo y mi vida discurría de un viaje a otro, la verdad que me quedaban pocos sitios por conocer. Pero me alegre el día que conocí a un gran viajero, el iba a cambiar el sentido a estos viajes, miraría algo más allá de donde llegaba la vista.
Como lo encontré, de la manera más insólita, pescando en una roca. Yo paseaba por una de las playas de mi ciudad, cuando observe a un señor muy delgado, pescando con una pequeña caña, al borde de una roca. Me dirigí hacia el dispuesto a entablar conversación pero fue primero, en saludarme y darme las buenas tardes. Era como si supiese que nos íbamos a conocer. Estuvimos hablando un largo rato y ya se había hecho de noche pero ese no sería el único día que lo vería. Pasaron un par de días y volvía a pasearme por esa playa y ahí estaba el, pescando en la misma roca. Ese día volvimos a entablar conversación pero esta vez me estaba sonsacando todo lo que quería, ya se estaba enterando de todo, de mi partida para el siguiente viaje, a donde iba y si iba solo, era increíble ponía tanto entusiasmo, cuando lo preguntaba, que eras incapaz de no contestarle, o mentirle. Pero el tercer día que lo vi fue cuando se declaro, ese día estuvimos hablando hasta bien entrada la noche, me conto toda la vida de un gran viajero que era él y que no había parado hasta que decidió enseñar, como maestro que era. Pero llego la hora de despedirse y me invito a dar un paseo a la mañana siguiente por las montañas más altas de mi ciudad. Yo recuerdo que le dije; ahí se queda esperando que le piquen. Y él me contesto; yo no espero nada y recogió su caña sin anzuelo.
A la mañana siguiente, este increíble señor me iba a cambiar todos mis planes, subimos hasta lo más alto y por el camino no nos dirigimos la palabra. Yo temía que estuviese cansado y de vez en cuando, sugería parar a descansar pero remugaba y seguía andando y así llegamos a la cumbre de ese alto pico. Cuando llegamos lo primero que me pregunto fue; ¿que ves? Yo tenía una impresionante panorámica, de todo lo que me rodeaba y sin pensármelo mucho le respondí; todo. A lo que el replico.
Eso no es cierto. Tienes que  respirar profundamente e impregnarte de eso que lleva ese todo. No es fácil para lo que te sugiero  que hagas tres viajes, uno por las tierras, que te vieron nacer, otro por  el lugar más diferente que conozcas y otro por el desierto. No importa el tiempo que emplees, te darás cuenta que has acabado cada viaje cuando te nazcan esos sentimientos, que te exigirán nuevas sensaciones. Después de estos tres viajes nos volveremos a ver para que me cuentes como te ha ido.
Bajamos, la montaña juntos y nos despedimos. Ese mismo día iba anular mi siguiente viaje y a  la mañana comenzaria un viaje, que empezaría caminando por las calles de mi ciudad, yo desde bien chico había caminado por ellas pero ahora las tenía que ver de una forma diferente aunque no sabía cuál y poco a poco me iba alejando mirando y buscando, como cuando estas viajando. La verdad que ya tenía algo diferente, yo nunca había experimentado esta sensación en mi ciudad. Descubrí un montón de cosas que nunca hubiese sabido de otra manera y me invadió una la inmensa inquietud por conocer, como era posible eso en un sitio donde viví gran parte de mi vida. Me di cuenta que el primer viaje había concluido.
Fue entonces cuando cogí un avión para que me llevase a un lugar muy diferente y al aterrizar descubrí; el hambre, la enfermedad, la necesidad…Pero si quería continuar mi viaje tenía que vivir con todo esto y la lastima se apoderaba de mi, dándome cuenta de que otro gran sentimiento había invadido mi espíritu y por lo tanto era hora de comenzar mi tercer viaje para lo que escogí, el desierto más inhóspito y frio, el Polo Norte.
Que trataba de buscar allí donde no había nada pero quizás fue el  viaje más interesante, caminaba por sus inmensas y frías llanuras, ausentes de vida y conocí a una persona que era yo mismo, riéndome  y llorando con ella. Y otro gran sentimiento me invadió, queriendo volver allí donde había partido. Volví a subir la montaña y encontré a esa misma persona, más anciana, contemplando desde su cumbre.
Sabia, que algún día volverías. Y bien ¿Qué has visto? Me pregunto.
Lo primero que conocí fue el saber, que me hizo perder el miedo y me enseño la libertad.
La voz del maestro enmudeció, ahora estaba preparado para emprender un camino del que aun quedaba mucho que aprender.

viernes, 10 de diciembre de 2010

CUADERNO DE BITACORA 2 parte

En la estación de autobuses de Santiago me separaba de mi bicicleta y cogería un autobús Alicante. El viaje fue largo pero tenía mucho en que pensar, quería partir con mi piragua para primeros de Octubre y había hecho un viaje, que me hacia muchas cosas en que pensar.
Cuando llegue Alicante fui acogido como siempre, por mi querido amigo Felipe, esa sencilla persona que conocí, tan falto de cariño hace más de dos años por medio de AIEM (asociación de inserción de los enfermos mentales). Podría decir un montón de cosas de el, como todos tiene su ying y yang pero yo me quedo con su lado bueno. Pasamos mucho tiempo juntos, no me importa y por el pasaríamos mucho mas pero mi alma siempre ha sido, errante y nómada. A veces me pregunto y hecho en falta si llegare a establecerme en un sitio, sin sentir la necesidad de cambiar. No tengo ganas de hablar de todo esto ahora, simplemente es otra forma de vida.
En mi cabeza corren sentimientos muy fuertes, cuando pienso en mis viajes. Estos días en mi ciudad no paran de acontecer hechos, situaciones, encuentros pero es como si estuviese en dos mundos. Muchas veces, me entretengo, recordando situaciones de África. Como, cuando   pasaba la frontera de Nigeria, ya era completamente de noche y llegaba con mi bicicleta al puesto fronterizo. Los policías en seguida me acordonaron y me hicieron bajar de mi bici, yo no les entendía pero ya estaba acostumbrado a estas situaciones, ni tan siquiera me molestaban. Disfrutaba de ese encantador sitio en medio de una selva tropical, que cuando los policías callaban se podían oír los sonidos de la noche, los pájaros, el sonido de las hojas, el correr del agua, además sabía que iba a pasar a otro país. Me pasaron dentro de una caseta y me atendió una mujer policía con bastante mal carácter, quería sacarme algo de dinero por salir de su país. Yo me hacia el loco y ella lo único que hacía era sacar pegas a mi pasaporte. Finalmente acabo mas cabreada porque no me pudo sacar ni una moneda y me dejo ir, cuando salía de la caseta me estaban esperando un montón de policías vigilando mi bici. Abrieron la barrera y caminando con mi bicicleta en mis manos, llegaba al otro lado de un gran puente de hierro y a otro país, Camerún.
Ahora estoy a miles de kilómetros de distancia y a mi cabeza no paran de llegar recuerdos de este continente. Pero estoy aquí con los míos y estaba para disfrutar, aunque me pasaba algo curioso. Añoraba más a África que cuando llegue con mi avión Alicante.
 Estaba un poco deprimido, acababa de llegar del Camino de Santiago y ya estaba metido otra vez en la ciudad. En el fondo creo que lo que busco con mis viajes, es llevar esa vida. Y sabía que me quedaban cuatro días para partir con mi piragua a Estambul. Estoy deseando que comience ese viaje, ya cuando estaba llegando a Suráfrica me entraban ganas de abandonarlo todo e irme con la piragua, es tan diferente. Sin carreteras, sin caminos, simplemente guiado por las maravillas de la costa. Me apetecería que os llegasen todas las sensaciones que puedes sentir, pasando el cabo de Creus, como a mí me llegan simplemente con el recuerdo. Llevaba tres o cuatro días navegando por este cabo, tuve que luchar varias veces con el Tramontana, pase por sitios como las islas Medas y la bahía de Rosas la atravesé en un par de horas, sin seguir su costa pese a las advertencias de los marineros, estaba como hipnotizado, tenía que salir a remar hiciese el tiempo que fuese. Pero contra la naturaleza no se puede luchar y al pasar la bahía de Rosas encontré una cala donde pude dormir, al día siguiente hacia un fuerte Tramontana pero salí a la mar, que sensación remar contra el viento, el ver la tierra a una milla y hacerse eterno, al acercarte a ella, pasas diferentes etapas. Empiezas a remar con las olas que van mar adentro y te pones agachado cogiendo posición aerodinámica, remando a todo lo que da la maquina pero sabiendo, que no tienes que parar mucho porque si no vas hacia atrás y la piragua se descoloca, cuando ya estas a trescientos metros de la costa las olas desaparecen y notas que tu vas un poco más rápido. Pero nunca os creáis que un fuerte viento os pueda llevar mar adentro y no volver jamás. Os lo dice alguien que ha remado con fuertes vientos, en contra pero nunca con un huracán, lo que si os diría es que si salieseis con fuerte viento no os alejaseis mucho de la costa, por lo que podáis  sufrir después y si es posible lo evitéis, como hice ese día cuando llegue a una calita antes de Cadaques. El día lo pase en esa calita donde había un centro vacacional. Pero al día siguiente qué maravilla, ese día me di cuenta de lo que era navegar, quizás me lo habían regalado los dioses por haber estado todos los días navegando con mal tiempo por el cabo de Creus. Me desperté con las primeras luces, cuando la mar suele estar más tranquila, por lo menos aquí en el Mediterráneo pero estaba como un plato y al fondo de la cala veía pasar toda la flotilla de pescadores, cuando estos días atrás veía, solamente a los más valientes peleando contra las olas y el viento mientras sacaban sus redes. Yo me dejaba deslizar en la orilla con mi piragua, en el silencio del alba, como embrujado por estas sensaciones y poco a poco iba saliendo de la cala a mar abierto pero sin dejar de saborear cada momento. Lo primero que vi cuando doble la punta fue Cadaques, ese pueblecito que me traía viejos recuerdos, poco a poco me iba acercando a la punta de cabo de Creus, he iba saludando a todos los pescadores, que estaban echando o recogiendo los trasmallos que no habían recogido días atrás;
-Hola, buenos días.
-Me hace una foto.
-Que tal la pesca.
Estaba muy alegre, era como si me hubiesen hecho un buen regalo, me estaba dando cuenta de lo bonito que era ir por el medio del mar, por donde quisieses y disfrutando de la maravilla que es ver la tierra desde aquí, tiene que ser como verla desde la Luna. Aun no había llegado a la punta y ya estaba que no me aguantaba en la piragua, tenía ganas de gritar, de contárselo a todo el mundo. Y llegue a punta de Creus. Lo primero que vi fue su faro, encima de ese peñasco árido y de color marrón, que maravilla que soledad se respiraba en ese sitio, para ver tal majestuosidad de la cordillera de los Pirineos, con sus cumbres nevadas, yo ya no tenía ganas ni de gritar, ya no me saldría. Fue entonces cuando tuve una sensación muy extraña.
Me inundo un sentimiento de añoranza, quería volver a esas montañas donde había pasado gran parte de mi juventud y descubrirlas de nuevo. Siempre me habían dado mucha energía positiva. Recuerdo la primera vez que me instale en el Pirineo, yo era un pipiolo de no más de veinte años y llegaba a Sabiñanigo, en el Pirineo Aragonés. Acababa de pasar mi primer brote de esquizofrenia, pero será mejor que empiece desde el principio.
Nunca había vivido en el Pirineo antes, para entonces yo en Alicante, no hacía nada, aparte de escalar mucho. Era pareja de una futura estudiante de psicología, de la que recuerdo su nombre y apellidos pero no he vuelto a ver. Y pasaba los días felices entre mis amistades, sin hacer mucho caso de mi familia, pero tuve la primera gran frustración de mi vida, con mi primera pareja seria o al menos eso creíamos entender pues solíamos dormir juntos. El problema ya se puede imaginar, uno cual puede ser. Un aborto, producido por la sapiensa y el buen hacer de la juventud. Nosotros no lo tomábamos todo muy a la ligera, en el fondo nos importaba mucho pero vas pensando en ti y ni eso, crees que no te va afectar. ¿Y?:
-Vamos a pedir dinero a los amigos.
-¿Qué va a ser de nuestras vidas?
-Somos muy jóvenes para tener niños.
Y hay mucha razón en todo esto. Pero por mi experiencia os puedo recomendar que no os suceda. Lo que hagáis ya es una decisión vuestra. Después de esto tuve mi primer brote declarado, aunque para mí, que ya tuve otro antes y que ya era propenso a ellos. Nuestra relación después de esto se vio afectada, ya había más jaleo, más opiniones, de la familia, los amigos pero nosotros volvíamos a seguir juntos. Ella me propuso que me quedase en Alicante, mientras estudiaba psicología en Valencia. Y yo le dije que también tenía derecho a empezar una nueva vida en otro sitio y así fue como llegue al Pirineo. Después de eso no la he vuelto a ver mas pero no ha sido mi único fracaso con las mujeres he tenido muchos mas y mas peores. Y últimamente no me importaría mantener una relación con un hombre, no es que en mi vida hayan sido todo decepciones amorosas de esas, también tengo muy buenos recuerdos pero voy pensando que ya va siendo hora de probar otras relaciones  y más si pienso que puede ir bien. Aunque prefiero hablar del Pirineo y como llegue. Pues simplemente así llegue con un Renault5 que me dio mi hermano en herencia y con mi primer trabajo de chispas (electricista). Y para mí era tan grande vivir al lado de esas montañas, algo que había deseado durante tanto tiempo, que merecía todo el esfuerzo del mundo. Además siempre que intentaba volver Alicante volvía a tener un episodio con la esquizofrenia, por lo que cada vez era más tiempo el que pasaba en mis montañas y son muchas las anécdotas que tengo que contar de ellas. Pero finalmente conseguí instalarme en mi tierra Alicante.
Ahora pese a estar siempre viajando y añorando estos momentos, me siento más ligado que nunca a mi ciudad pero no puedo vivir en ella. Se me hace muy duro, quizás porque desde pequeño mi cuerpo se ha ido adaptando a una serie de cambios. Pero ya hablare de esto antes de salir con mi Piragua, que no sé como siempre se arreglan para retrasarme los viajes y luego me toca a mi cambiar de planes, tácticas y cosas de este tipo, para poder salir airoso.
Como decía a la vuelta de Santiago estaba un poco deprimido, pensaba; otra vez aquí. Y a los pocos días no tardaron en llamarme para decirme; el día 15 de Octubre, es el día de la salud mental, ¿te vienes a dar una charla de tus viajes? Luego me llamaron para decirme; no, igual es el nueve.
Por otro lado tenia la boda de un querido primo mío, Germán. El hijo de mi madrina, que ya se encargaría ella de que tuviese un buen bodorrio. Por otro lado la proyección del día de la salud mental se había pospuesto definitivamente para el 29 de Octubre y lo más importante quería pasar las Navidades aquí. Pensaba volverme con un avión cuando llegase a Venecia pero por otra parte me hacía más ilusión hacer todo el viaje sin hacer escalas. Aunque yo lo que tenía pensado era pasar el otoño, principio de invierno remando hasta Venecia y luego descansar en Alicante, hasta Marzo y finalmente  partir con mi piragua desde Venecia a Estambul. Me lo pensé, valore los por y los contras. Y tome la decisión de quedarme y partir en Enero. Ahora no me lo quiero pensar más, como dice mi buena amiga Pepa. E intentar disfrutar del tiempo que me queda aquí, que cada vez es menos, aunque tengo la cabeza en muchos sitios.
Recuerdo, cuando me encontraba haciendo el Camino de Santiago este año y me vino a la cabeza, la idea de irme a vivir a África. La verdad que no era la primera vez que me rondaba, estando viajando por África en mi cabeza veía la esperanza de quedarme en más de un sitio y compartir mi vida, con este continente por algún tiempo. Pero tenía un objetivo muy claro llegar a Suráfrica.
Ahora es diferente, me doy cuenta que incluso estos viajes como hacer el camino de Santiago se quedan cortos para mi, que quiero probar a vivir en África de impregnarme más de ellos, conocer otros países, otras culturas. No me importaría ni de casarme con alguien de allí y compartir el resto de mi vida. Mi objetivo del Peregrino puede esperar. Lo necesita y sobre todo lo necesito yo para continuar. En este viaje que voy a comenzar con mi piragua por el Mediterráneo me voy a plantear esas ideas y más. Son tantas cosas las que forman el camino de nuestras vidas, que no hay nada mejor como desplazarse de él. Para crear una línea clara y poderla seguir.
El objetivo del Peregrino, ha sufrido muchos cambios pero desde un principio, sigue con sus principios y sufrirá muchos cambios más y mas sabiendo cómo soy, además puedo asegurar que llegara a su fin, lo tengo muy claro, pero ya tendré tiempo de hablar de todo esto. Sin embargo si hay alguien importante para mí, que podría cambiar hasta el sentido de rotación de la tierra, se llama Estela. Pero ya habrá tiempo de hablar de ella, ahora es como hablar de alguien que no existe, simplemente permanece al margen de estas decisiones y esta vida, aunque esta dentro de mí y pueda afectar a mi vida, a mi conducta intento que no influya, sería como no jugar legal. A veces intento mantener la comunicación pero se levanta un muro infranqueable, que piensas si realmente merece la pena destruir. Es hablar, pensar sin saber, solo lo puedes ver desde tu punto de vista y te echas atrás por el daño que se pueda ocasionar, sin tan siquiera llegar más allá. Pero como dicen muchos políticos, todo va bien y vistes la verdad.
Y como iba contando, el tiempo iba pasando en mi ciudad. Empezaba hacer algunas cosas, por mis pequeños entornos, entre ellas; el hablar con la asociación (AIEM) para que me gestionase el poder ver, a mi hija, o el hacer algunos trabajillos de chapucilla para entretenerme y ganarme unos eurillos. Y pese pasármelo genial y tener algo de vida social, no hacía más que pensar en mi futuro y no tenía nada que ver con todo esto. Los mejores pensamientos se iban hacia África o con mi próximo viaje con piragua.             
  En mi cabeza corrían sentimientos de alegría y de tristeza a la vez, era algo curioso al igual que más que nunca necesitaba indagar en las entrañas de mi ciudad. Me gustaba estar con mis hermanos o amigos y que se me presentase alguien nuevo, o un sitio nuevo que despertase mi curiosidad pero por dentro, al igual que podía estar alegre por estos momentos, en ese mismo instante me podía sentir más triste que nunca, por pensamientos como; que hago aquí, las cosas no van tan bien, no veré a mi hija ni para navidad  y mas pensamientos. Pero tanto la alegría, como la tristeza eran sentimientos que aunque llegaban a ser muy fuertes, no se exteriorizaban. Pero todo esto y más se desvanecía, cuando pasaba paseando por la noche por enfrente de la playa de mi ciudad y sus olas me llevaban lejos, muy lejos.
Todo era como en Sicilia, cuando llegaba a esa isla y todo empezaba a dar vuelcos de 180º. Que increíble, cómo olvidar  todo lo que paso allí. Llegaba una tarde, salía de la península y había cruzado el estrecho de Mesina, no había sido tan extremo como anunciaban las personas de los alrededores, si tenía alguna corriente pero ninguna tan fuerte como para no poder dominar la piragua. Decidí dar la vuelta a la isla de Norte a Sur, así que cuando llegue a una de las playas de después de punta del Faro, plante la tienda, fue una noche de mucho viento pero no sabía lo que me esperaba al día siguiente. Amaneció con el mismo viento incesante, así que me lo tome con calma, no me levante hasta bien avanzada la mañana. El viento era de tierra hacia mar adentro, por lo que venía del Sur, salí a dar algún paseo por los alrededores y veía que la tienda se movía un poco sin mi dentro, pero pensé que aguantaría. Me había propuesto pasar el día en el dique seco y lo mejor que hay para matar el rato es comer, cogí el bote de la comida y un poco de agua y me fui a un chamizo que había visto a unos 100 metros de la tienda. Deje a esta al final de la playa y a unos 100 metros en lateral, de donde estaba yo, en un pequeño chamizo. Mi tienda contenía todas mis pertenencias (documentación, tarjetas de crédito, 150 euros, mapas), mi saco de dormir, cámara de fotos y algo de ropa. Un desastre total, mientras estaba comiendo, la tienda fue levantada por el viento y la última vez que la vi estaba en medio del mar a más de trescientos metros. Ni corto, ni perezoso me quite la ropa y me tire al agua pero el viento se la llevaba muy rápido y opte por salir y coger la piragua, pero cuando llegue a la costa la tienda ni se veía. No tenía que haber abandonado, pero no salí, no hay peor arrepentimiento que el de no hacer nada.
Pero todo iba a volver a dar un giro de 180º. Si los dioses de la naturaleza, me habían castigado quitándome todas las cosas que me unían a esta civilización, los dioses de la humanidad me iban a presentar a unas amistades que iban a ser importantísimas, en mi viaje y espero que sean tan importantes en mi vida. Fabricio y Roberto.
Las lágrimas me caían por la cara y aunque no quería llorar, me encontraba sentado en mi bote de comida, en ese pequeño chamizo, cayéndome las lagrimas y pensando, en que sería de mí ahora, sin ningún papel que dijese quien soy en un lugar, en el que nadie me conocía pero había que actuar de una vez. Recogí mis cosas y salí a la carretera más cercana, estaba dispuesto abandonar. Lo primero que tenía que hacer era presentarme a los Carabineros y explicarles lo que me había sucedido, pero antes encontré a Fabricio, Roberto y Marcos, ellos me recogieron en la carretera haciendo dedo y les contaría todo lo sucedido. Fabricio hablaba estupendamente el español, había estado viviendo dos años en Barcelona y tras firmar un papel en la comisaria, se haría responsable de mí mientras que estuviese en Italia. Nos fuimos a casa de Roberto, en el pueblo de Torre Faro, me despedí de Marcos al que ya no volvería a ver y esa noche mientras cenamos, apareció en mi cabeza la posibilidad de seguir el viaje. Ellos no paraban de animarme y de ofrecerme posibilidades  y esa noche cuando me fui a dormir a casa de los padres de Fabricio, ya estaba decidido continuaría mi viaje, solo faltaba ver alguna cosa más.
El día siguiente cuando desperté, Fabricio me presento a sus padres, eran unos señores encantadores, faltaba su hermana que se encontraba de viaje, en algún sitio de Europa. Recogimos a Roberto y la mañana la pasamos viendo posibilidades, como hacer el pasaporte y como siempre suelen responder las embajadas, hizo todo lo posible para quitarse el trabajo de encima. Por lo que iba a tener un problema más circularía sin pasaporte y lo que esto suponía. A la tarde iríamos al gran almacén de deportes que había en Milazo  y sacaríamos un presupuesto  de lo que me costaría mi equipo nuevo y a continuación nos iríamos a tomar una caña por las playas, de allí llamaría a mi hermano y le explicaría la situación como estaba, ya que el aun pensaba que me habían robado:
-Rafa, que he pensado en continuar y bla, bla, bla…Le informe.
El me dijo: No hay problema. Me lleve una gran alegría y las lágrimas me caían por mis mejillas pero esta vez de alegría. Me dirigí a la mesa, donde estaban Fabricio y Roberto y les dije: adelante, podemos seguir el viaje. A partir de ahora tenía más de un socio en esta aventura. Esa noche también cenamos en casa de Roberto, para variar comimos espaguetis y esa noche ya más contentos, nos fuimos a dar una vuelta por Mesina y Torre Faro.
A la mañana siguiente empezaríamos hacer preparativos, Fabricio recogería el dinero que le había mandado por correos mi hermano y a la hora de comer recogeríamos, a la hermana de Fabricio, que llegaba de sus vacaciones y nos iríamos a comer todos, a casa de sus padres, para variar espaguetis. Me lo estaba pasando genial y eso que prácticamente había tirado la toalla. A la noche ya estaba todo listo para continuar mi viaje y nos iríamos a cenar a una pizzería de Torre Faro, nos dimos una vuelta por el pueblo y no nos acostaríamos muy tarde. Al día siguiente nos despediríamos.
En la playa, donde se encontraba mi piragua escondida entre unos matorrales nos encontrábamos sobre las doce, entre despedidas, alegrías y preparativos de última hora, se nos había hecho la hora de comer, pero esa playa había vuelto a recobrar la vida, allí nos encontrábamos los tres montando la piragua y probando el equipo, nada digno de un aventurero pero suficiente para continuar mi viaje. Y llego el momento tan especial de echarme al agua, no me lo podía creer y con una alegría inexplicable y fotografías partía, distanciándome cada vez, de esas personas tan encantadoras, que me habían ayudado y animado a continuar mi periplo por el Mediterráneo. Pero el viaje iba a sufrir más dificultades pero esta vez no dejaría que diese giros de 180º.
Los días pasaban navegando, por esta maravillosa isla, no me lo podía creer después de todo lo que me había pasado, llegaría a Venecia. Pero no tardaron en aparecer los problemas, se me acababa el dinero y no había ninguna fuente de ingreso. Llame a Fabricio pero no respondía, quizás se hubiese enfadado conmigo pero yo me estaba quedando sin dinero, le empecé a mandar mensajes amenazantes pero seguía sin responderme. Ya estaba llegando a la punta más al Oeste de la isla, ya había pasado Palermo y mi hermano, me enviaba mensajes al móvil, diciendo que había vuelto a ingresar a Fabricio otros cuatrocientos euros. Me empezaba a cabrear con todo el mundo, ¿qué pasaba? Me estaban dejando tirado. No pensaba volverme y aunque me encontraba con muy poco dinero, se abrió un nuevo reto para el Peregrino, no iba a ser fácil detenerle. Empecé a recolectar comida y el poco dinero que me quedaba, me lo guardaba para cuando estuviese sin nada. Iba pidiendo por las playas, puertos, barcos y le iba pillando el gusto y muchos eran los que me ayudaban. Recuerdo tres días que tuve que esperar por mal tiempo en el lido del Paliko.
Todos los que conocía, venían a la playa para ver si había salido y traían algo de comida para mi, en el lido el Paliko me invitaron alguna vez a comer. Hasta que un día dejo de hacer tan mal tiempo y partí, de buena mañana. Solamente estaba el basurero de la playa el que me dio un nuevo cebo para mi curricán y alguna moneda de euro. Con eso y poco más, zarpaba de esa playa donde había estado unos tres días. Aun así seguía remando con condiciones precarias, algo más de diez euros, poca comida y un material del decatlón. Menos mal que estábamos en verano las playas estaban llenas y no hacia frio. Porque es imaginable el esfuerzo que hay que hacer remando todo el día.
Estaba llegando al cabo más al Sur de la isla y fue cuando recibí una buena noticia en el móvil, lo único que no se me había volado con esa racha de viento que se llevo mi tienda, para así poder hacer mi pequeña contribución para mantener esas grandes empresas. Era un mensaje de Fabricio y decía; que me había ingresado 60 euros. Fiesta, pero ya empezaba con las desconfianzas de mi enfermedad. Estaba llegando a un pueblecito que había antes del cabo y lo primero que hice, fue meterme en el puerto y dirigirme a los pescadores, me regalaron un calamar y un bocadillo que llevaban, luego me dirigí a un velero, que había con gente y me dieron un paquete de pan tostado y no sé qué más. Finalmente me salí en la playa, donde pase unas horas, intentaba no cansarme mucho con el calor, ya que las condiciones de alimentación eran muy precarias, tenía que comer lo que me daban y a veces solo había pan. Limpie el calamar en un rincón de la playa y lo guarde y ya fue a última hora, antes de salir cuando decidí ir al banco con mi tarjeta de la Poste. Me esperaba lo peor y no quería disgustarme más de lo que estaba, pero había dinero, saque un poco me tenía que durar hasta Mesina, luego ya aclararíamos la situación. Compre un poco de arroz y algo de fruta y poco más, el resto lo guarde.
Esa tarde pase el cabo y estuve remando un rato hasta que llegue a una playa de rocas, que tenía como vigilante a una torre circular y a su resguardo me prepararía la gran bacanal. Estaba anocheciendo y las pocas personas que había no tardarían en irse. Me puse a cocinar mi arroz con calamar y un poco de pastilla de caldo que nunca falta en mi bote de comida para darle algo de gusto, al igual que un poco de aceite. Pero mi cocina de gasolina empezaba  a dar problemas graves, todo eran complicaciones pero ya estoy acostumbrado. Ese día se porto e hizo una buena olla de arroz, que tuve para desayunar al día siguiente, pues ya que no había ni café con leche, ni cruasanes, ni tan siquiera a veces algo de chocolate. Pero el viaje seguía habría un montón de sitios bonitos y situaciones de estas graciosas que recordar.
Recuerdo cuando estaba llegando a uno de los últimos cabos, ya a punto de dar la vuelta y enfocar a Siracusa y Mesina. Ya era tarde más de las cinco o las seis. Era un día con bastante viento y mucha pero mucha mar, las olas dentro eran muy grandes y en la costa había unos buenos rompientes. Ya iba tocando la hora de salir del agua y allá a lo lejos veo una pequeña playa que me hace gracia porque esta antes del cabo y ese día ya había pasado alguno. Así que decidido pongo rumbo a la playa, cuando me voy acercando se aprecia la entrada de un pequeño puerto al lado de la playa, ya no se qué hacer ir a la playa o al puerto, las dos cosas están igual de jodidas y decido que a la playa, que siempre es mejor. Entro en zona de rompientes que empieza bien pronto, dando buenos empujones, la playa está llena pero no hay nadie bañándose. Y hay llego yo lo estoy haciendo de maravilla no me caigo que llego, que llego y a dos metros de la orilla vuelco, fue una mala maniobra. Des vuelco la piragua y la arrastro a la arena, cuando veo uno de mis escarpines flotando en el agua a unos cinco metros de la orilla, nado hacia él y lo cojo, pero que pasa ahora no puedo salir. La gente en la playa se pone de pie y se vienen a la orilla y empiezan a gritar. Yo les miro y pienso tranquilos que llevo salvavidas, en eso que  veo a uno que hace un gesto de que nade hacia el puerto y allá que voy llego a un sitio donde hago pie y salgo a la playa.
Cuando llego a la playa me rodean y me empiezan a preguntar cosas pero ven que no hablo italiano, buscan un intérprete y es una chica muy simpática que pronto hacemos migas. Le cuento mi vida y al momento me dice:
-Voy a la casa donde estamos pasando el fin de semana, unos amigos y yo y te traigo algo de comida.
Al momento apareció con una gran bolsa de comida y otra amiga, traía hasta una cerveza, la que no tarde en destapar y bebérmela, mientras me presentaba a otra amiga, que trabajaba para un periódico de allí, que no paro de hacerme preguntas y algunas fotos con una cámara que llevaba. Era Domingo y me dijo que el artículo saldría en el periódico del lunes, pero no tuve tiempo al día siguiente de comprar la prensa y menos de leerla. Oscureció y me quede solo en la playa con mi tienda, comiéndome algo de pasta que me habían traído, acompañada de otra cerveza. Y así más o menos fue como un día después doblaría el último cabo de esa maravillosa isla. Después llegaría a Siracusa, donde pediría comida por última vez, a unos cuantos veleros que encontré en el puerto y ya estaba a un paso de Mesina. Llegue pero muy mal, mi cabeza a mil, no podía pensar nada bueno, lo primero que hice después de dejar mi piragua en un pequeño astillero del puerto, fue irme a una pizzería de la ciudad y cuando me iban a traer la cuenta salir corriendo. Luego me haría los veinte kilómetros que separaban Mesina de Torre Faro andando. Y si, vería a Fabricio pero de mala manera, no conseguiría arreglar gran cosa, salvo que conseguí, los cuatrocientos euros que me había enviado mi hermano. Y con ellos decidí emprender un viaje de vuelta Alicante, un regreso muy duro, cuando padeces un brote de estos, derivado por la esquizofrenia, es como si fuese todo una mala película en la que nada sale bien. Me toco ir a la embajada de Roma, donde me hicieron un papel que justificaba mi pasaporte, para coger cualquier medio de transporte. También les pedí cien euros, por si acaso me faltaba dinero y eso les costó más de soltar, me hicieron firmar mil y un papel para poder recuperar el dinero, pero no se creían lo que padecía y yo mientras comiéndomelo todo. Realmente no le recomiendo a nadie que pase algo de esto, ahora me tomo mi medicación a diario e intento cuidarme lo máximo posible. En cuanto a llegar a Venecia, fue una pena no llegar pero demuestra lo que mi tío Pepe decía; socios ni en la cama. En cuanto a lo del brote se me hace muy desagradable recordarlo y no voy a contar nada, al menos en este momento, quizás más adelante, mi vida ha estado ligada a ellos desde los dieciocho años. Lo único que cabe a resaltar es la gran colaboración de esa asociación que es AIEM (asociación para la inserción del enfermo mental en Alicante) y de unas personas que jamás olvidare.
Por supuesto que ahora en mi ciudad no pasaba, los días de médicos como cuando vine de Sicilia. Al contrario no paraban de sucederme cosas, que parecían que la hacían interesante. ¿Pero era eso lo que yo buscaba? Lo que quería era oír mi nombre verdadero Duba, Marsala, Oibo, hombre blanco en definitiva. Y todo lo que sucedía a mí alrededor me empezaba a cargar, me había adaptado bien a esta civilización pero en el fondo prefería estar en África. Cuando lo veía todo desde fuera, no encontraba el porqué estar aquí. Sabía que seguramente no vería a mi hija y en el caso de verla. ¿Qué sucedería? No podría decirle quien soy, lo que pienso, tendría que ir con pies de plomo por unas normas establecidas por esta sociedad, que ya me la quitaron durante seis años porque pensaban que no era un individuo adecuado para ella. ¿Y ahora que me quería ir a vivir a África? Y si no los medios de comunicación me querían sacar en la prensa local pero realmente me interesaba a mí esto, yo no quería hacerme famoso, si lo tenía que ser lo seria pero por ganarme un poco la vida con mis viajes. Pero había algo que me interesaba más que ganarme la vida con mis viajes y eran mis viajes. No estaba dispuesto a sacrificarlos porque alguien tuviese la idea de hacerlos de otra manera. Este año que viene estaba dispuesto a volverme a ir a África por estas fechas y cuando llegase a Camerún quedarme a vivir un año.
Pero se acercaban unas buenas fechas las Navidades, estaba deseando que llegasen, no solo para partir con mi piragua, a finales de estas. Más que nada porque llevaba dos años pasándolas fuera y este año las iba a pasar con mi familia, estaba encantado de volver a tener a mis hermanos. Habíamos pasado muchos años sin vernos y desde la muerte de nuestros  padres estábamos cada vez más unidos, era como una prueba que nos hubiesen propuesto cuando nos dejaron y cada vez estaba más superada, cada vez confiábamos más en nosotros, nos veíamos amenudeo, nos llamábamos y un montón de cosas más que antes nos perdíamos de hacer. Se podía decir que habían vuelto viejos tiempos. En realidad era lo que más me alegraba de estar aquí. Aunque mi cabeza, estaba abierta a la mentalidad de un autentico viajero. Este año cuando llegase a Camerún no me importaría mucho, unirme a alguien para formar una nueva familia. ¿Qué es lo que supondría esto? Muchas cosas, con sus pegas y ventajas pero aun tenía todo un viaje para pensarlo y luego tocaba hacerlo. Que como dicen; del dicho al hecho, hay mucho trecho.

jueves, 9 de diciembre de 2010

DESDE LAS ISLAS HYERES A PIOMBINO

Después de las islas Hyeres, pasaría por Canes, Niza, Antibes o Montecarlo pero su riqueza no me iba a impresionar. Era increíble pero el aire olía a euros, incluso una vez que dormí en una calita, los vecinos de una mansión se me quejaron, aunque no llamaron a la policía. Podías ver más de un palacio por sus costas pero nunca dormiría en uno. Y así fue como entre en Italia donde todo pegaba un cambio radical, parecía que habíamos andado atrás en el tiempo, no se quizás, es que venía de un sitio donde la gente era muy chip. Aquí volvías a ver a las personas pasear por los paseos marítimos, con más tranquilidad. Los Lidos de baño, con sus barecitos, cambiadores y sobre todo esto, lo único que me hacia disgustar un poco. Era que existía el biquini y el bañador y el top-les no existía.
Ciervo en el Ligure
Llegue a la primera gran ciudad del Ligure italiano, Imporia. Parecía de la época medieval sino llega a ser por esos modernos barcos que veías. Era una tarde de primavera y me tome un helado en sus calles. Partí para adentrarme en el Ligure y sin saber cómo, llegue remando a Cogoleto, el pueblo donde había nacido Cristóbal Colon. Esa noche dormiría en una pequeña cala, un poco antes del pueblo, donde había un horno en la roca, que era donde, decían que hacían las bolas de hierro para los cañones de los buques de Napoleón. Y allí mismo en esa cueva suspendida en la pared del acantilado pase la noche. A la mañana siguiente amaneció lloviendo y con mal tiempo pero llegue hasta un lido que había en el mismo Cogoleto. Allí fue donde conocí a Gino y su familia, esos negocios tan familiares y tradicionales en las playas de Italia, no fue el único que conocería pero si el primero.
Gino y su familia
Hice amistad con ellos y pasaríamos el día conociéndonos, el iba preparando el lido para el verano y yo le iba ayudando en lo que podía. Cuando pasaba alguien del pueblo paseando, el me presentaba como el español que venía de España remando, era increíble la vitalidad que tenia y su familia era encantadora. Pero a la mañana siguiente aunque fuese con mal tiempo tocaba partir y se quedaría suspendida una gran comida.
Salida de Cogoleto
Entre grandes olas llegue a Génova y me metí en su puerto por la primera bocana que vi, evitando el mal tiempo y después  de unos quilómetros remando salí por su ultima bocana pero no me di cuenta que me seguía una patrullera de la guardia costera. La cosa es que veo una playita después del puerto, donde decido hacer un descanso, un chino que había en un espigón estaba alucinando, viendo como me empujaban las olas hacia la orilla y en eso, que en uno de esos empujones llego a la arena y sin revolcón. Bajo enseguida y me cambio de ropa. Y en ese momento que aparecen dos personas y me empiezan a preguntar cosas, yo empiezo a flipar, al pedirme pasaporte y unas cosas que no veía normales, de un buen recibimiento. Al rato me enseñan sus credenciales de guardias costeros. Yo me lo tomo a broma y al rato aparecen dos carabineros con metralleta. Les digo que dentro de la piragua llevo un bazuca y empiezan a registrármela de cachondeo, se parecía a un registro marroquí. ¿Y esto para qué es? Y entre bromas, llegaron a leerme la cartilla, si sales con mal tiempo, te llevamos a la cárcel y tienes para cuatro días, me dijeron. Yo les respondí, esta noche me quedo pero como mañana mejore me voy. Me dejaron por imposible y se marcharon y la patrullera que había a la entrada de la playa, se fue al puerto. Y así fue como conocí los alrededores de Génova.
San Fructuoso
Al día siguiente después de desayunar, en Génova partía y a la tarde del día después llegaba a San Fructuoso, un monasterio de un sacerdote de Tarragona, que se encontraba en un sitio, al que solo se podía acceder en embarcación o a pie por la montaña. Como caso excepcional dormí en uno de sus pórticos y estuve hablando con uno de los trabajadores del lugar. Partiría nada más amanecer y en Portofino pare a tomar el café más caro de todo el viaje. Tres euros por un café y  sin galletita pero el sitio merecía parar.
Después de pasar esta península, me tocaba entrar en Cinco tierras, una zona del Ligure maravillosa. Empezaba con la población de Monterosso, con su colosal Hércules sosteniendo una losa de piedra, esculpido  en la propia roca de la costa, la verdad que eran unos pueblos encantadores y allí me daría cuenta por primera vez, que mi piragua tenía una pequeña vía de agua, que repararía con un poco de pegamento de la gotita. A la mañana siguiente llegaría a Portovenere y de ahí partiría a Livorno y Piombino.     




Monterosso

miércoles, 24 de noviembre de 2010

DESDE PORTBOU A LAS ISLAS HYERES

 
Acababa, de pasar Portbou, donde había pasado la noche en una playita que hay cerca del pueblo. Me tocaba empezar con mi vecina Francia y no quería despedirme de mi tierra pero no había más remedio, si quería llegar a Venecia. Que os podría contar de la costa francesa, que es maravillosa, que le pega mil patadas a la nuestra.
Sera mejor que empiece desde el principio, cuando me deslizaba con mi piragua por sus costas, por esos pueblecitos del Sur, tan encantadores. Francia es muy así tan romántica, intentando conservar al máximo su encanto, aunque dejando entrar la mano del ser humano para ellos, tan perteneciente a ese encanto. Yo estaba encantado y no tarde en acostumbrarme a este cambio, seguía remando adentrándome en el golfo de León y sus fuertes vientos, pero no me impidieron pasarlo, e incluso no tuve que parar muchos días. En cuanto a la gente aquí eran más sociables, más liberales. Aquí los puertos valían tanto para los ricos, como para los pobres, habían escuelas de velas abiertas para todo el mundo, eran un montón de escuelas las que las visitaban. No te decían nada por dormir en la playa, no solía aparecer el típico policía toca pelotas. En cuanto a la vida, si era algo más cara pero no repercutía en mi bolsillo.
Golfo de León, al fondo los montes Pirineos
Y así iba viendo esa maravilla de costa, con sus ciudades que aún conservaban al máximo las construcciones de hace unos siglos y sus recovecos mucho más conservados. Si algo echaba en falta era las playas, iban desapareciendo y eso que aun me encontraba en el golfo de León. Los días pasaban y aquí la gente, se seguía sin creer que iba a llegar a Venecia, no sé, si se creerían, que venía de España pero a mí me daba igual, siempre me ha dado lo mismo, mientras que disfrute haciendo lo que hago, no me importa. Y no se podía pedir más.
Llegando a la desembocadura del Ródano, tuve que hacer mi primera parada de un par de días, allí me instale en una de las pocas playas que hay al lado de un pueblo, donde había mucha caravana porque estaba en Francia y en un parque natural. No se puede decir que pase mal esos días, yo dejaba mi tienda vigilada por mi piragua y mi piragua, vigilada por mi tienda y me iba de excursión, cuando llegaba al pueblo alquilaba una bici o cogía un barco que había de esos con una rueda al lado y me iba a dar una vuelta, luego cuando volvía preguntaba el tiempo, en la capitanía del puerto. Cosa que aquí en España a veces está lleno de cualquier anuncio, menos partes del tiempo y me iba con un pollo asado que me compraba a la tienda a comérmelo. A la tarde volvía, tomaba algo me daba una vuelta por su feria, todos los pueblecitos tenían y algunos unas norias súper grandes. Y así más o menos pase ese par de días.
La tienda un dia de viento en el Golfo de León
Pero había que partir el segundo día a la tarde, había calmado el viento, metí todo en la piragua y partí, estaba atardeciendo y me salí en otra playa, ya estaba cerca de la desembocadura. Allí encontré a un pescador que me enseño a coger unos gusanos enormes, que el empleaba para pescar en la mar, el truco era ver en la orilla un pequeño agujero y después meter una pala bien onda y sacar un cepellón de arena para luego, buscar el gusano. Me advirtió que el tiempo no estaba seguro, así que aproveche la tarde y me fui hasta un gran faro.
A la mañana siguiente el tiempo era bueno, pero hasta la tarde no llegaría hasta la desembocadura del Ródano, cuando llegue por allí, vi unas bollas metálicas, así que pensé si los barcos pasan por fuera, yo pasare por dentro, el agua era marrón y conforme más me acercaba a la costa, más olas habían y en todas direcciones. Era un jaleo y se metían dentro de mi piragua, llenándola de agua por un momento, menos mal que no eran muy grandes. Decido alejarme de la costa y conforme paso las bollas la mar se va calmando. Puedo decir que si habéis oído historias de la desembocadura del Ebro, no son nada comparado con esta, la del Ebro no tiene ni bollas, ni nada y yo mismo pare con mi piragua en la misma desembocadura, en cambio en esta no me podía ni acercar a esta.
Pasaba la desembocadura y empezaba apretar el viento, pero esta vez venia por la espalda, que bueno, pensé en mi gran amigo, mi paragüitas. Ni corto ni perezoso, eche mano a la parte de atrás de mi piragua y saque, mi paraguas lo abro y pongo rumbo a un pueblecito, atravesando toda una bahía, llego a una calita encantadora que hay en el mismo pueblo en un par de horas y decido pasar allí la noche.
El día siguiente amaneció malo, no malísimo, lloviendo y con un viento mortal. Así que decido quedarme y me vienen a visitar una escuela de surf a mi playita, se ve que ya lo tenían preparado, porque el día no era muy bueno. Y debajo del tejadillo de una caseta que había montan la merendola y allí pasan la mañana hasta que llega la tarde. Y lo de siempre, que siempre hay el francés que habla español y el español que habla francés, este no es mi caso pero me dejan una tabla de surf y hay paso el día con ellos. Es genial esto del surf, es una cosa que tengo que practicar, si con la piragua ya lo notas con la tabla es súper, notas que la ola te lleva la sientes y entonces te tienes que levantar que es lo que jode pero pasamos buen rato y al día siguiente pude seguir, luego ya sí que nunca más pare hasta llegar a una isla muy famosa, de mucho dinero que hay antes de cabo Spice y se llama Sant Diour, o algo así. Creo que hay alguien que tiene mucho, pero mucho dinero y allí pare a ducharme en un hotelito, que me cobraron una pasta, pero ya llevaba más de un mes y nadie se daba cuenta, como andaba todo el día a remojo olía a sal, como el pescado.
Pero no puedo olvidar mi paso por Marsella, que tanto me hace recordar a mi tía, esa que emigro a Francia buscando mejor fortuna y que tanto la oía hablar, cuando se juntaba con sus hermanas. Llevaba unos días que, había salido del pueblecito ese de las tablas y todos los días llovía algo. Esa mañana llegue bien remojado, a un pequeño embarcadero derruido en una calita, que ya estaba cerca de Marsella, pare a comer y mientras esperaba como iba el tiempo, esos días estaba muy inestable. El embarcadero estaba debajo del jardín de una casa, fue lo que más me invito a salir cuanto antes, no ofrecía ninguna seguridad de hecho estaba vacío. Salí sin rumbo fijo, mi intención era llegar a Marsella y luego a las islas que había enfrente y cuando partía de esa cala vi una playita que no estaba mal. El tiempo cada vez era peor pero si me daba prisa llegaría, ¿A dónde? Esas cosas que no lo piensas bien, te metes y tu solito sin obligarte, podía haber dado hasta la vuelta.
La situación era la siguiente unas olas de más de dos metros a favor, el viento muy fuerte y cada vez más fuerte de lado un poco en contra pero no se notaba porque las olas te daban buenos empujones, pero también te succionaban cuando las bajabas de espalda, para levantarte otra ola, realmente parecía que no avanzabas. Aunque lo malo era cuando se juntaban en la cresta una ola de fondo y otra producida por el viento, que menos mal que eran pocas veces y te pegaban un empujón que te descolocaba la piragua y te la llenaba de agua. Menos mal que había parado de llover. Y así entre carcajadas y acordándome de todos los dioses del mar cuando salía lanzado por una ola, llegaba a Marsella, ni islas, ni nada, ya que estaba en faena de tirón.
Marsella
Llegue casi oscureciendo y un poco cansado. Y de repente la magia, pasando una islita que hay pasado el puerto, antes de llegar a la ciudad antigua, el viento cesa. Me meto una especie de bahía, que hay toda construida de casitas al lado del mar y veo una pequeña calita, a la que bajan unas escaleritas, sin pensármelo dos veces aparco mi piragua como yo digo. Pero ahora viene lo más cómico, nada más tocar tierra, aparecen una italiana y un marroquí, yo me pongo a cambiarme de ropa, con un cansancio y una adrenalina desbordante y cuando acabo me dicen; ¿Quieres fumar? Yo les miro y les digo, lo siento pero no puedo. Era lo único que me faltaba para derrumbarme, por si las olas no habían podido.
Al día siguiente amaneció bueno y después de tener un merecido desayuno por las calles de Marsella, partí rumbo a las Calenques, cabo Águila y más pa allá. Y no fue la única vez que me sorprendió el palomo, como decimos los hombres de la mar pero no pare hasta esa pequeña isla.
Cabo de Aguila
Llegue a medio día, deje la piragua en una de esas pequeñas escuelas de Francia que lo tienen todo, me buscaron un hotel y me fui a pasar el día en la cama, es una sensación inexplicable, solo se puede explicar a alguien que lo haya pasado, no hace falta ni compañía, a la tarde me di una vuelta y a la mañana siguiente estaba listo para continuar el viaje, pero amaneció lloviendo y con mal tiempo, pensé que tenía que salir. Así que a media mañana fui a la escuela, pregunte el tiempo y me miraron con mala cara, pensando, no veas el palomo pero me animaron y me enseñaron una carta del cabo, llamaron a un experto en piraguas y me señalo el único sitio donde podía parar antes de doblarlo, que estaba a una hora y media, más o menos decían, después del cabo había más sitios y un poco más allá otro puertecito. Tocaba remar, tire mi piragua al agua y les dije que tendrían noticias mías.
 Un inciso voy a dar un buen consejo, de marinero a piragua, no os fieis de las cartas de navegación, solo llevarlas a nivel orientativo, pintan más cosas de las que hay, con saber los cuatro puntos estratégicos y unos buenos prismáticos para ver la costa sobra, nunca estas tan lejos de la costa, como para no verla con ellos. Así, que iba remando como siempre con las condiciones un poco desfavorables, lloviendo, con el viento en contra, con bastante mar pero había que doblar el cabo Spice y como siempre iba remugando. Y cuando llego a la punta cesa el viento y empieza a llover un diluvio, no estaba preocupado por mojarme ya iba bastante mojado, pero estaba hay en medio y era una sensación nueva para mí. De momento nunca más la he vuelto a tener, apenas se veía la mar, las olas estaban pero no se veía nada, tampoco pasaba gran cosa pero era un poco incomodo, estaba dispuesto a parar en uno de esos puntos que se veían después del cabo, cuando ceso de ser tan fuerte. Llegue a la siguiente escuela y lo primero que pensé, fue en parar a avisar de donde había salido. Así que aparco mi piragua y voy a un marinero, que me manda a la oficina sin entender nada. Y allí me presento yo en medio de una reunión que tenían, sin cambiarme el neopreno y sin entendernos muy bien pues hablan muy poco español pero consigo que llamen a la otra escuela de la isla y se pone al teléfono el chaval que habla perfectamente español y asunto arreglado. Ha sido de las pocas veces que sabían dónde estaba y realmente se pasa peor, que cuando no saben nada. Y si no los Carabineros pero aun no hemos llegado a Italia.
Islas Hyeres
 Unos días después llegaba a las islas Hyeres, la punta más al Sur de Francia y la tarde antes de llegar, del día anterior a llegar, coincidiría con el experto de piraguas de aquella isla de Sant Diour, que llevaba a su hijo a una escuela de windsurf, que había, estuvimos hablando lo que pudimos, ya que no dominaba el español nada bien, me estrecho la mano y me deseo mucha suerte. La iba a necesitar.





EL ADA Y EL PRINCIPE


Ayer fue mi cumpleaños y también me tocaba escribir sobre esas montañas que me vieron nacer, creedme que tenia diecisiete años cuando me caí mas de media montaña abajo, pero es una historia muy larga que contare en otro momento, ayer prefería recordarla con toda su majestuosidad.
 Erase, que se era. Un matrimonio que iba a celebrar con sus hijos, ya adultos la gran ceremonia de la verdad de sus vidas, para esto tenían que estar bien preparados y les esperaba una gran cena, con todo tipo de vinos y bebidas, la noche iba a ser larga.
Llevaban unas vidas muy perfectas desde que se conocieron, hace muchos años. Él era el presidente de una gran empresa de informática, conocida en el mundo, en su trabajo se podía decir que era el mejor y muy responsable, todos sus compañeros le apreciaban, su vida era como un reloj suizo, iba a la perfección. Por las mañanas se despedía de su mujer, después de un gran desayuno servido por sus sirvientes, donde entablaban una conversación donde exponían todos los problemas que podía tener el día. Cuando él se marchaba al trabajo, ella se quedaba resolviendo todos los problemas que podían suceder en la vida cotidiana y siempre pendiente del teléfono por si le llamaba su marido. El en su trabajo era rápido y eficaz nunca desvanecía y cuando acababa la jornada estaba agotado pero su mujer le esperaba en casa. Siempre le salían planes para después de salir de la oficina pero el rehusaba, sabía que le esperaba alguien más importante.
Al llegar a su mansión, lo primero que le esperaba después de las palabras de amor de su mujer, era el masaje de una profesional, acto seguido iban a un gran comedor donde cenaban juntos y luego se sentaban a la lumbre de una gran chimenea a hablar de todos los problemas, que le habían podido suceder durante el día en su oficina. Y así era como se despedían de la noche y se dirigían a su aposento, una habitación grandísima donde no les faltaba de nada.
Tuvieron hijos, tres pero desde un principio fueron criados por institutrices, después fueron en colegios de internados y las vacaciones las solían pasar en escuelas privadas. Por lo que se podía decir que nunca tuvieron una relación muy estrecha con ellos. Pero ahora les querían contar el secreto de su vida y tenían que volver muy atrás en el tiempo a cuando se conocieron por primera vez.
Nos encontrábamos a la sombra de esa gran montaña, era increíble observar esas paredes, con un frio glacial, que corría por todo el cuerpo pero no impedía quedarte absorto viendo todas sus formaciones, cubiertas por una capa de nieve y hielo. ¿Cómo llegamos allí? Cada uno por nuestro lado, yo era una joven, ambiciosa que me había propuesto esa pared, estaba en la soledad de ese refugio, medio enterrado por la nieve pero de repente se abrió la puerta y apareció el, era aun más joven que yo y aunque era un poco imprudente e inconsciente, por  sus venas corría mucha sangre. Nos presentamos y los dos veníamos dispuestos a subir esta montaña pero la incógnita estaba ahora en que si la íbamos a subir juntos. Los dos nos encontrábamos, muy minúsculos debajo de esa pared y nos dábamos muchos ánimos, sabíamos que a la noche emprenderíamos el camino que nos llevaría hasta ella. Eran las cinco y nos encontrábamos, contemplando su inmensidad con las últimas luces del sol y allí sentados en una piedra después de haber comido, preparados para descansar unas horas, antes de partir. Era cuando veríamos la luz en esa montaña por última vez.
Partíamos en una noche oscura, con el rugido de un viento, que arrastraba cristales que se te clavaban en la cara, sin dar tiempo a quejarte, cuando paraba. Íbamos avanzando poco a poco hacia un glaciar, lleno de grietas, que nos iba a llevar hasta el pie de la pared. Desde el principio partimos juntos, nunca dijimos que iríamos juntos pero nos dábamos cuenta que así éramos más invencibles. Pero nunca más amaneció, a partir de este momento íbamos a formar la historia de nuestra vida. No sabíamos lo que estábamos haciendo pero éramos jóvenes y nunca pensamos que una montaña nos podía vencer.
Allí estábamos al principio de la pared gritando, frete a un silbido incesante. ¡Por aquí! ¡Por aquí! A veces ni nos veíamos, debido a una nube blanca que se formaba. Pero los problemas acababan de empezar y nuestro compañerismo era muy fuerte, mucho más fuerte que el de cualquier matrimonio y jamás se vino abajo. Nos encontrábamos debajo del primer resalte de hielo y fui yo la que pedí la vez, para subir primero, el frio era increíble y la nieve se te metía entre la ropa pero eso, no nos impidió subir el primer resalte de hielo y el siguiente y el siguiente, hasta que llegamos a preguntarnos, si habíamos subido ya diez montañas como esa.
Los problemas empezaban, el frio hacia mella, no sabíamos el tiempo que llevábamos allí y nuestra comida se acababa a parte de estar congelada como un cubito de hielo. Nuestro cuerpo estaba igual, las manos y los pies ya no los sentíamos. Para colmo la montaña nos perdió entre sus grietas y extraplomos pero decidimos a continuar, sabíamos que podíamos llegar a salir de ese infierno y llegar a su cumbre. Seguíamos subiendo como podíamos pero necesitábamos descansar y nuestros ojos se empezaban a cerrar, estábamos debajo de una cascada de hielo, cuando abrimos los ojos y vimos una luz deslumbrante en lo alto, por fin pensamos, aunque también pensamos, que fuese una falsa esperanza. Quizás fuese eso lo que nos hizo descender a toda velocidad por esa pared, cayendo encima del glaciar, aun seguíamos con vida y en nuestro interior escuchamos la voz de la montaña. Vais a vivir pero me debéis prometer que siempre seréis Ada y Príncipe. Ambos nos cogimos la mano y nos quedamos dulcemente durmiendo a los pies de esa montaña a unos rivales que había decidido unir para siempre.
Lo demás de esta historia ya lo conocéis, solo me queda por añadir que lo hicimos lo mejor que supimos, había un millón de maneras de hacerlo pero hasta hora seguimos vivos y os hemos dado la sabiduría que los dioses de la naturaleza mil veces superior, dan al ser humano apreciándolo mil veces más que ellos mismos.
Estas cosas pasaban por mi cabeza, el día de mi cumpleaños, mientras que empezaba la recta final, para encontrarme en un mundo lleno de sensaciones.

viernes, 19 de noviembre de 2010

EL HUMOR DEL PEREGRINO

EL  PEREGRINO  SE   VA  EN  PIRAGUA


Hoy si que hace una mañana buena parece que me voy en piragua. Voy a llamar, a que me la traigan del Decatlón ese.Al rato. A ver si llegan de una vez, llamare a mi amigo Luis;
-          Luis, que estoy aquí en  la Albufera.
-          Y que, coño haces tu allí.
-          Coño, que me voy a dar una vuelta en piragua.
-          No iras en serio, ahora mismo voy pa-ya, José.
-           Te espero.
El feo
Mientras tanto llega el camión del Decatlón.
-          Vengan, venga, déjenla aquí, mismo.
-          Pero, si la tiene aquí mismo en la orilla. Dicen los chicos del Decatlón.
-          Si, si es que me voy ahora mismo.
-          Bueno, Bueno, como usted diga.
-          Si, es que me voy a Venecia en piragua.
-          Bueno, bueno. Adiós. Y no se canse mucho.
¡Qué guachi!, me voy, ¿Dónde estará el Luis este? Bueno voy a ir ordenando las cosas, bidón de agua, aquí, cubo de la comida, aquí,…A la hora.
El chico de la pelicula
-          Hombre, Luis.
-          ¿Cómo que te vas? No era una broma eso que te ibas a Venecia.
-          Que va, que va. No ves ya está aquí a piragua. Has visto que chula es.
-          Pero, si no tenias nada preparado y mira que chula esta la piragua, todo a la perfección.
-          Bueno, me voy, que se me quema, el arroz.
-          Espera, espera, vente un momento pal coche, que te voy a dar unos consejillos.
Pasaron uno, o dos, o tres días, vaya rollo este de remar,  todos los días remando. Pero esa mañana estaba dispuesto a todo. Llegaba al puerto de Valencia “el Peregrino”.
Aburrido por el mar
-          Por ahí llega nuestro aventurero sorpresa, la Vazquez.
-          Pero, Paula, que sorpresa.
-          Quiere usted participar en mi concurso, El Más Aventurero.
-          Pues, claro Paula, con tal de estar a tu lado pero eso no se hacía en una playa del Trópico.
-          Que va, que va, son todo decorados y los artistas son dobles, se hace aquí al lado en Burriana.
-           Nos vemos allí, que tengo mi embarcación esta allí. Señalando el Telefónica de la volvo.
Ultimo dia de aburrimiento
Un día más tarde.
-          Que llego, Que llego. Allí están en esa hoguera.
Por fin a la hora, el Peregrino llega a la orilla.
-          Pero que hacéis hay en pelotas, que os vais a constipar, que estamos en invierno. Juanito, responde.
-          A mí nadie, me había dicho, que esto iba en serio. No me han dejado ni traerme mi plumífero.
-          Pues yo, me voy a tomar mi pastillita y me meto en el saco dejaros de moñadas.
Peña del más aventurero,Juanito, Michel, Paula y compañia
A la mañana siguiente, toque de queda, despiertan con la sintonía del programa, África, África.
Fuego de campamento
-          Pero qué coño, es esto.
-          Todo el mundo en pie, que tenemos prueba, dice Paula.
-          Pero qué coño, prueba, dice Michel.
-          Habéis venido  a sufrir, tenéis que ganaros el pan con el sudor de vuestra frente. Quien gane se llevara, un tanga, dice Paula.
-          A mí me parece esto un poco raro, digo. ¿Y qué hay de premio? Una noche contigo en mi tienda, estaría mejor.
-          A mí también me gustaría pero me lo tienen prohibido, los que pagan.
-          Pues yo me voy. Hay os dejo una botellita de wisqui, que llevo en mi piragua para que digáis que no soy enrollado.
Seguí remando y me di cuenta que el royo en las playas era mejor, así que seguiría con mis aventuras.
Esto si que son playas