INTRODUCCION AL PEREGRINO


INTRODUCCION AL PEREGRINO

PRESENTACION
Esta historia, es algo más que le debo a mis padres.
Empezó por un primer viaje en piragua, desde Alicante a Tánger. Lo que me sirvió para darme cuenta que la piragua no era el medio de transporte ideal, para viajar por África.
A este viaje le siguió otro, en bici por el continente Africano, de unos tres meses pasando por los países de Marruecos, Mauritania, Senegal y Mali.
A la vuelta de este viaje, tenía un nuevo proyecto de viaje y no tarde en partir con mi piragua, desde Alicante a Sicilia.
Este año 2010 he llegado a Suráfrica en bicicleta, atravesando un total de quince países, desde mi ciudad Alicante.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

DESDE PORTBOU A LAS ISLAS HYERES

 
Acababa, de pasar Portbou, donde había pasado la noche en una playita que hay cerca del pueblo. Me tocaba empezar con mi vecina Francia y no quería despedirme de mi tierra pero no había más remedio, si quería llegar a Venecia. Que os podría contar de la costa francesa, que es maravillosa, que le pega mil patadas a la nuestra.
Sera mejor que empiece desde el principio, cuando me deslizaba con mi piragua por sus costas, por esos pueblecitos del Sur, tan encantadores. Francia es muy así tan romántica, intentando conservar al máximo su encanto, aunque dejando entrar la mano del ser humano para ellos, tan perteneciente a ese encanto. Yo estaba encantado y no tarde en acostumbrarme a este cambio, seguía remando adentrándome en el golfo de León y sus fuertes vientos, pero no me impidieron pasarlo, e incluso no tuve que parar muchos días. En cuanto a la gente aquí eran más sociables, más liberales. Aquí los puertos valían tanto para los ricos, como para los pobres, habían escuelas de velas abiertas para todo el mundo, eran un montón de escuelas las que las visitaban. No te decían nada por dormir en la playa, no solía aparecer el típico policía toca pelotas. En cuanto a la vida, si era algo más cara pero no repercutía en mi bolsillo.
Golfo de León, al fondo los montes Pirineos
Y así iba viendo esa maravilla de costa, con sus ciudades que aún conservaban al máximo las construcciones de hace unos siglos y sus recovecos mucho más conservados. Si algo echaba en falta era las playas, iban desapareciendo y eso que aun me encontraba en el golfo de León. Los días pasaban y aquí la gente, se seguía sin creer que iba a llegar a Venecia, no sé, si se creerían, que venía de España pero a mí me daba igual, siempre me ha dado lo mismo, mientras que disfrute haciendo lo que hago, no me importa. Y no se podía pedir más.
Llegando a la desembocadura del Ródano, tuve que hacer mi primera parada de un par de días, allí me instale en una de las pocas playas que hay al lado de un pueblo, donde había mucha caravana porque estaba en Francia y en un parque natural. No se puede decir que pase mal esos días, yo dejaba mi tienda vigilada por mi piragua y mi piragua, vigilada por mi tienda y me iba de excursión, cuando llegaba al pueblo alquilaba una bici o cogía un barco que había de esos con una rueda al lado y me iba a dar una vuelta, luego cuando volvía preguntaba el tiempo, en la capitanía del puerto. Cosa que aquí en España a veces está lleno de cualquier anuncio, menos partes del tiempo y me iba con un pollo asado que me compraba a la tienda a comérmelo. A la tarde volvía, tomaba algo me daba una vuelta por su feria, todos los pueblecitos tenían y algunos unas norias súper grandes. Y así más o menos pase ese par de días.
La tienda un dia de viento en el Golfo de León
Pero había que partir el segundo día a la tarde, había calmado el viento, metí todo en la piragua y partí, estaba atardeciendo y me salí en otra playa, ya estaba cerca de la desembocadura. Allí encontré a un pescador que me enseño a coger unos gusanos enormes, que el empleaba para pescar en la mar, el truco era ver en la orilla un pequeño agujero y después meter una pala bien onda y sacar un cepellón de arena para luego, buscar el gusano. Me advirtió que el tiempo no estaba seguro, así que aproveche la tarde y me fui hasta un gran faro.
A la mañana siguiente el tiempo era bueno, pero hasta la tarde no llegaría hasta la desembocadura del Ródano, cuando llegue por allí, vi unas bollas metálicas, así que pensé si los barcos pasan por fuera, yo pasare por dentro, el agua era marrón y conforme más me acercaba a la costa, más olas habían y en todas direcciones. Era un jaleo y se metían dentro de mi piragua, llenándola de agua por un momento, menos mal que no eran muy grandes. Decido alejarme de la costa y conforme paso las bollas la mar se va calmando. Puedo decir que si habéis oído historias de la desembocadura del Ebro, no son nada comparado con esta, la del Ebro no tiene ni bollas, ni nada y yo mismo pare con mi piragua en la misma desembocadura, en cambio en esta no me podía ni acercar a esta.
Pasaba la desembocadura y empezaba apretar el viento, pero esta vez venia por la espalda, que bueno, pensé en mi gran amigo, mi paragüitas. Ni corto ni perezoso, eche mano a la parte de atrás de mi piragua y saque, mi paraguas lo abro y pongo rumbo a un pueblecito, atravesando toda una bahía, llego a una calita encantadora que hay en el mismo pueblo en un par de horas y decido pasar allí la noche.
El día siguiente amaneció malo, no malísimo, lloviendo y con un viento mortal. Así que decido quedarme y me vienen a visitar una escuela de surf a mi playita, se ve que ya lo tenían preparado, porque el día no era muy bueno. Y debajo del tejadillo de una caseta que había montan la merendola y allí pasan la mañana hasta que llega la tarde. Y lo de siempre, que siempre hay el francés que habla español y el español que habla francés, este no es mi caso pero me dejan una tabla de surf y hay paso el día con ellos. Es genial esto del surf, es una cosa que tengo que practicar, si con la piragua ya lo notas con la tabla es súper, notas que la ola te lleva la sientes y entonces te tienes que levantar que es lo que jode pero pasamos buen rato y al día siguiente pude seguir, luego ya sí que nunca más pare hasta llegar a una isla muy famosa, de mucho dinero que hay antes de cabo Spice y se llama Sant Diour, o algo así. Creo que hay alguien que tiene mucho, pero mucho dinero y allí pare a ducharme en un hotelito, que me cobraron una pasta, pero ya llevaba más de un mes y nadie se daba cuenta, como andaba todo el día a remojo olía a sal, como el pescado.
Pero no puedo olvidar mi paso por Marsella, que tanto me hace recordar a mi tía, esa que emigro a Francia buscando mejor fortuna y que tanto la oía hablar, cuando se juntaba con sus hermanas. Llevaba unos días que, había salido del pueblecito ese de las tablas y todos los días llovía algo. Esa mañana llegue bien remojado, a un pequeño embarcadero derruido en una calita, que ya estaba cerca de Marsella, pare a comer y mientras esperaba como iba el tiempo, esos días estaba muy inestable. El embarcadero estaba debajo del jardín de una casa, fue lo que más me invito a salir cuanto antes, no ofrecía ninguna seguridad de hecho estaba vacío. Salí sin rumbo fijo, mi intención era llegar a Marsella y luego a las islas que había enfrente y cuando partía de esa cala vi una playita que no estaba mal. El tiempo cada vez era peor pero si me daba prisa llegaría, ¿A dónde? Esas cosas que no lo piensas bien, te metes y tu solito sin obligarte, podía haber dado hasta la vuelta.
La situación era la siguiente unas olas de más de dos metros a favor, el viento muy fuerte y cada vez más fuerte de lado un poco en contra pero no se notaba porque las olas te daban buenos empujones, pero también te succionaban cuando las bajabas de espalda, para levantarte otra ola, realmente parecía que no avanzabas. Aunque lo malo era cuando se juntaban en la cresta una ola de fondo y otra producida por el viento, que menos mal que eran pocas veces y te pegaban un empujón que te descolocaba la piragua y te la llenaba de agua. Menos mal que había parado de llover. Y así entre carcajadas y acordándome de todos los dioses del mar cuando salía lanzado por una ola, llegaba a Marsella, ni islas, ni nada, ya que estaba en faena de tirón.
Marsella
Llegue casi oscureciendo y un poco cansado. Y de repente la magia, pasando una islita que hay pasado el puerto, antes de llegar a la ciudad antigua, el viento cesa. Me meto una especie de bahía, que hay toda construida de casitas al lado del mar y veo una pequeña calita, a la que bajan unas escaleritas, sin pensármelo dos veces aparco mi piragua como yo digo. Pero ahora viene lo más cómico, nada más tocar tierra, aparecen una italiana y un marroquí, yo me pongo a cambiarme de ropa, con un cansancio y una adrenalina desbordante y cuando acabo me dicen; ¿Quieres fumar? Yo les miro y les digo, lo siento pero no puedo. Era lo único que me faltaba para derrumbarme, por si las olas no habían podido.
Al día siguiente amaneció bueno y después de tener un merecido desayuno por las calles de Marsella, partí rumbo a las Calenques, cabo Águila y más pa allá. Y no fue la única vez que me sorprendió el palomo, como decimos los hombres de la mar pero no pare hasta esa pequeña isla.
Cabo de Aguila
Llegue a medio día, deje la piragua en una de esas pequeñas escuelas de Francia que lo tienen todo, me buscaron un hotel y me fui a pasar el día en la cama, es una sensación inexplicable, solo se puede explicar a alguien que lo haya pasado, no hace falta ni compañía, a la tarde me di una vuelta y a la mañana siguiente estaba listo para continuar el viaje, pero amaneció lloviendo y con mal tiempo, pensé que tenía que salir. Así que a media mañana fui a la escuela, pregunte el tiempo y me miraron con mala cara, pensando, no veas el palomo pero me animaron y me enseñaron una carta del cabo, llamaron a un experto en piraguas y me señalo el único sitio donde podía parar antes de doblarlo, que estaba a una hora y media, más o menos decían, después del cabo había más sitios y un poco más allá otro puertecito. Tocaba remar, tire mi piragua al agua y les dije que tendrían noticias mías.
 Un inciso voy a dar un buen consejo, de marinero a piragua, no os fieis de las cartas de navegación, solo llevarlas a nivel orientativo, pintan más cosas de las que hay, con saber los cuatro puntos estratégicos y unos buenos prismáticos para ver la costa sobra, nunca estas tan lejos de la costa, como para no verla con ellos. Así, que iba remando como siempre con las condiciones un poco desfavorables, lloviendo, con el viento en contra, con bastante mar pero había que doblar el cabo Spice y como siempre iba remugando. Y cuando llego a la punta cesa el viento y empieza a llover un diluvio, no estaba preocupado por mojarme ya iba bastante mojado, pero estaba hay en medio y era una sensación nueva para mí. De momento nunca más la he vuelto a tener, apenas se veía la mar, las olas estaban pero no se veía nada, tampoco pasaba gran cosa pero era un poco incomodo, estaba dispuesto a parar en uno de esos puntos que se veían después del cabo, cuando ceso de ser tan fuerte. Llegue a la siguiente escuela y lo primero que pensé, fue en parar a avisar de donde había salido. Así que aparco mi piragua y voy a un marinero, que me manda a la oficina sin entender nada. Y allí me presento yo en medio de una reunión que tenían, sin cambiarme el neopreno y sin entendernos muy bien pues hablan muy poco español pero consigo que llamen a la otra escuela de la isla y se pone al teléfono el chaval que habla perfectamente español y asunto arreglado. Ha sido de las pocas veces que sabían dónde estaba y realmente se pasa peor, que cuando no saben nada. Y si no los Carabineros pero aun no hemos llegado a Italia.
Islas Hyeres
 Unos días después llegaba a las islas Hyeres, la punta más al Sur de Francia y la tarde antes de llegar, del día anterior a llegar, coincidiría con el experto de piraguas de aquella isla de Sant Diour, que llevaba a su hijo a una escuela de windsurf, que había, estuvimos hablando lo que pudimos, ya que no dominaba el español nada bien, me estrecho la mano y me deseo mucha suerte. La iba a necesitar.





EL ADA Y EL PRINCIPE


Ayer fue mi cumpleaños y también me tocaba escribir sobre esas montañas que me vieron nacer, creedme que tenia diecisiete años cuando me caí mas de media montaña abajo, pero es una historia muy larga que contare en otro momento, ayer prefería recordarla con toda su majestuosidad.
 Erase, que se era. Un matrimonio que iba a celebrar con sus hijos, ya adultos la gran ceremonia de la verdad de sus vidas, para esto tenían que estar bien preparados y les esperaba una gran cena, con todo tipo de vinos y bebidas, la noche iba a ser larga.
Llevaban unas vidas muy perfectas desde que se conocieron, hace muchos años. Él era el presidente de una gran empresa de informática, conocida en el mundo, en su trabajo se podía decir que era el mejor y muy responsable, todos sus compañeros le apreciaban, su vida era como un reloj suizo, iba a la perfección. Por las mañanas se despedía de su mujer, después de un gran desayuno servido por sus sirvientes, donde entablaban una conversación donde exponían todos los problemas que podía tener el día. Cuando él se marchaba al trabajo, ella se quedaba resolviendo todos los problemas que podían suceder en la vida cotidiana y siempre pendiente del teléfono por si le llamaba su marido. El en su trabajo era rápido y eficaz nunca desvanecía y cuando acababa la jornada estaba agotado pero su mujer le esperaba en casa. Siempre le salían planes para después de salir de la oficina pero el rehusaba, sabía que le esperaba alguien más importante.
Al llegar a su mansión, lo primero que le esperaba después de las palabras de amor de su mujer, era el masaje de una profesional, acto seguido iban a un gran comedor donde cenaban juntos y luego se sentaban a la lumbre de una gran chimenea a hablar de todos los problemas, que le habían podido suceder durante el día en su oficina. Y así era como se despedían de la noche y se dirigían a su aposento, una habitación grandísima donde no les faltaba de nada.
Tuvieron hijos, tres pero desde un principio fueron criados por institutrices, después fueron en colegios de internados y las vacaciones las solían pasar en escuelas privadas. Por lo que se podía decir que nunca tuvieron una relación muy estrecha con ellos. Pero ahora les querían contar el secreto de su vida y tenían que volver muy atrás en el tiempo a cuando se conocieron por primera vez.
Nos encontrábamos a la sombra de esa gran montaña, era increíble observar esas paredes, con un frio glacial, que corría por todo el cuerpo pero no impedía quedarte absorto viendo todas sus formaciones, cubiertas por una capa de nieve y hielo. ¿Cómo llegamos allí? Cada uno por nuestro lado, yo era una joven, ambiciosa que me había propuesto esa pared, estaba en la soledad de ese refugio, medio enterrado por la nieve pero de repente se abrió la puerta y apareció el, era aun más joven que yo y aunque era un poco imprudente e inconsciente, por  sus venas corría mucha sangre. Nos presentamos y los dos veníamos dispuestos a subir esta montaña pero la incógnita estaba ahora en que si la íbamos a subir juntos. Los dos nos encontrábamos, muy minúsculos debajo de esa pared y nos dábamos muchos ánimos, sabíamos que a la noche emprenderíamos el camino que nos llevaría hasta ella. Eran las cinco y nos encontrábamos, contemplando su inmensidad con las últimas luces del sol y allí sentados en una piedra después de haber comido, preparados para descansar unas horas, antes de partir. Era cuando veríamos la luz en esa montaña por última vez.
Partíamos en una noche oscura, con el rugido de un viento, que arrastraba cristales que se te clavaban en la cara, sin dar tiempo a quejarte, cuando paraba. Íbamos avanzando poco a poco hacia un glaciar, lleno de grietas, que nos iba a llevar hasta el pie de la pared. Desde el principio partimos juntos, nunca dijimos que iríamos juntos pero nos dábamos cuenta que así éramos más invencibles. Pero nunca más amaneció, a partir de este momento íbamos a formar la historia de nuestra vida. No sabíamos lo que estábamos haciendo pero éramos jóvenes y nunca pensamos que una montaña nos podía vencer.
Allí estábamos al principio de la pared gritando, frete a un silbido incesante. ¡Por aquí! ¡Por aquí! A veces ni nos veíamos, debido a una nube blanca que se formaba. Pero los problemas acababan de empezar y nuestro compañerismo era muy fuerte, mucho más fuerte que el de cualquier matrimonio y jamás se vino abajo. Nos encontrábamos debajo del primer resalte de hielo y fui yo la que pedí la vez, para subir primero, el frio era increíble y la nieve se te metía entre la ropa pero eso, no nos impidió subir el primer resalte de hielo y el siguiente y el siguiente, hasta que llegamos a preguntarnos, si habíamos subido ya diez montañas como esa.
Los problemas empezaban, el frio hacia mella, no sabíamos el tiempo que llevábamos allí y nuestra comida se acababa a parte de estar congelada como un cubito de hielo. Nuestro cuerpo estaba igual, las manos y los pies ya no los sentíamos. Para colmo la montaña nos perdió entre sus grietas y extraplomos pero decidimos a continuar, sabíamos que podíamos llegar a salir de ese infierno y llegar a su cumbre. Seguíamos subiendo como podíamos pero necesitábamos descansar y nuestros ojos se empezaban a cerrar, estábamos debajo de una cascada de hielo, cuando abrimos los ojos y vimos una luz deslumbrante en lo alto, por fin pensamos, aunque también pensamos, que fuese una falsa esperanza. Quizás fuese eso lo que nos hizo descender a toda velocidad por esa pared, cayendo encima del glaciar, aun seguíamos con vida y en nuestro interior escuchamos la voz de la montaña. Vais a vivir pero me debéis prometer que siempre seréis Ada y Príncipe. Ambos nos cogimos la mano y nos quedamos dulcemente durmiendo a los pies de esa montaña a unos rivales que había decidido unir para siempre.
Lo demás de esta historia ya lo conocéis, solo me queda por añadir que lo hicimos lo mejor que supimos, había un millón de maneras de hacerlo pero hasta hora seguimos vivos y os hemos dado la sabiduría que los dioses de la naturaleza mil veces superior, dan al ser humano apreciándolo mil veces más que ellos mismos.
Estas cosas pasaban por mi cabeza, el día de mi cumpleaños, mientras que empezaba la recta final, para encontrarme en un mundo lleno de sensaciones.

viernes, 19 de noviembre de 2010

EL HUMOR DEL PEREGRINO

EL  PEREGRINO  SE   VA  EN  PIRAGUA


Hoy si que hace una mañana buena parece que me voy en piragua. Voy a llamar, a que me la traigan del Decatlón ese.Al rato. A ver si llegan de una vez, llamare a mi amigo Luis;
-          Luis, que estoy aquí en  la Albufera.
-          Y que, coño haces tu allí.
-          Coño, que me voy a dar una vuelta en piragua.
-          No iras en serio, ahora mismo voy pa-ya, José.
-           Te espero.
El feo
Mientras tanto llega el camión del Decatlón.
-          Vengan, venga, déjenla aquí, mismo.
-          Pero, si la tiene aquí mismo en la orilla. Dicen los chicos del Decatlón.
-          Si, si es que me voy ahora mismo.
-          Bueno, Bueno, como usted diga.
-          Si, es que me voy a Venecia en piragua.
-          Bueno, bueno. Adiós. Y no se canse mucho.
¡Qué guachi!, me voy, ¿Dónde estará el Luis este? Bueno voy a ir ordenando las cosas, bidón de agua, aquí, cubo de la comida, aquí,…A la hora.
El chico de la pelicula
-          Hombre, Luis.
-          ¿Cómo que te vas? No era una broma eso que te ibas a Venecia.
-          Que va, que va. No ves ya está aquí a piragua. Has visto que chula es.
-          Pero, si no tenias nada preparado y mira que chula esta la piragua, todo a la perfección.
-          Bueno, me voy, que se me quema, el arroz.
-          Espera, espera, vente un momento pal coche, que te voy a dar unos consejillos.
Pasaron uno, o dos, o tres días, vaya rollo este de remar,  todos los días remando. Pero esa mañana estaba dispuesto a todo. Llegaba al puerto de Valencia “el Peregrino”.
Aburrido por el mar
-          Por ahí llega nuestro aventurero sorpresa, la Vazquez.
-          Pero, Paula, que sorpresa.
-          Quiere usted participar en mi concurso, El Más Aventurero.
-          Pues, claro Paula, con tal de estar a tu lado pero eso no se hacía en una playa del Trópico.
-          Que va, que va, son todo decorados y los artistas son dobles, se hace aquí al lado en Burriana.
-           Nos vemos allí, que tengo mi embarcación esta allí. Señalando el Telefónica de la volvo.
Ultimo dia de aburrimiento
Un día más tarde.
-          Que llego, Que llego. Allí están en esa hoguera.
Por fin a la hora, el Peregrino llega a la orilla.
-          Pero que hacéis hay en pelotas, que os vais a constipar, que estamos en invierno. Juanito, responde.
-          A mí nadie, me había dicho, que esto iba en serio. No me han dejado ni traerme mi plumífero.
-          Pues yo, me voy a tomar mi pastillita y me meto en el saco dejaros de moñadas.
Peña del más aventurero,Juanito, Michel, Paula y compañia
A la mañana siguiente, toque de queda, despiertan con la sintonía del programa, África, África.
Fuego de campamento
-          Pero qué coño, es esto.
-          Todo el mundo en pie, que tenemos prueba, dice Paula.
-          Pero qué coño, prueba, dice Michel.
-          Habéis venido  a sufrir, tenéis que ganaros el pan con el sudor de vuestra frente. Quien gane se llevara, un tanga, dice Paula.
-          A mí me parece esto un poco raro, digo. ¿Y qué hay de premio? Una noche contigo en mi tienda, estaría mejor.
-          A mí también me gustaría pero me lo tienen prohibido, los que pagan.
-          Pues yo me voy. Hay os dejo una botellita de wisqui, que llevo en mi piragua para que digáis que no soy enrollado.
Seguí remando y me di cuenta que el royo en las playas era mejor, así que seguiría con mis aventuras.
Esto si que son playas







DUBA












Nuestro personaje, era un hombre que había olvidado, todo sobre su vida, a raíz de un accidente en una planta petrolífera, no recordaba ni siquiera su nombre. Cuando lo llevaron a su ciudad, las personas que lo conocían, le ayudaban; le llamaban por su nombre, les decían cosas que no recordaba, le presentaban personas que habían sido importantes en su vida… Pero el no entendía y ninguno de ellos conocía lo que había sucedido en el golfo de Guinea.
El paseaba por las calles de su ciudad, pero ya no buscaba nada, ya conocía todo porque se lo habían presentado, aunque no sentía nada. El veía que todos tenían algo, que hacía que se reconociesen en el sitio que estaban. El en cambio no se veía reflejado y todo le parecía insulso. No le sacaba ninguna sustancia al paso del tiempo.
Un día sin saber cómo se propuso viajar, no quería coger el primer avión y partir lo más lejos posible para olvidar. Al contrario él quería recordar algo, algo que le enseñase sus orígenes. Así que empezó a caminar desde su ciudad y fue caminando, de una ciudad a otra.
La vida para este viajero, era muy diferente a la que yo llevaba. En esas ciudades seguía contemplando, que todo el mundo tenía su que hacer. ¿Y él? Se aburría, pasaba de una ciudad a otra, rápidamente. La verdad que eran muy bonitas, pero cuando veías unas cuantas, todas parecían iguales. ¿Y los orígenes? ¿Dónde estaban? Costaba mucho apreciarlos.
Estaba claro, el hombre había nacido para hacer cosas pero había algo más por lo que permanecíamos unidos. Y el intentaba trabajar en estas cosas. En cambio estas ciudades le impedían desarrollar todo esto. Y se paró a pensar si merecía la pena tomar otro rumbo en su viaje.
Había muchos rumbos que tomar, al igual que culturas, civilizaciones, sitios… Pero opto por la más primitiva y antigua África. Y así se puso a caminar hacia el Sur.
Ya se encontraba en África, en donde por fin, se estaba dando cuenta de lo bonita que era la vida. El veía como luchaba la gente por pasar unos minutos más en la tierra. ¿Y porque? Por muchas razones pero había una importante razón, que los unía y les hacia olvidarse de otros problemas, para estar con los suyos.
¿Pero dónde estaban los suyos? El siempre se sentía solo. El tiempo paso el aquí se encontraba más a gusto, trataba de ayudar a los que tenían problemas e iba de un sitio a otro. Pero también se canso de encontrarse solo en un sitio rodeado de gente. Y decidió alejarse del mundo y aislarse en un lugar tranquilo, para estar totalmente en soledad.
Llego a una playa desierta del Golfo de Guinea, donde se instalo y pasaba los días; pescando, paseando, cuidando su vivienda. Y por las tardes solía sentarse en la orilla del mar, a ver atardecer.
Una tarde, una niña (no tan niña), que no sabía de dónde venía, se sentó al lado de él. Se encontraron los dos muy a gusto. Y empezaron hablar de muchas cosas, en las que ambos tenían problemas con los demás. Y allí vieron juntos el atardecer. Se tenían que despedir pero algo les decía que no lo hicieran, no sabían qué hacer. De repente se estrecharon en un fuerte abrazo, estuvieron un momento unidos y se dieron cuenta que sus orígenes estaban dentro de ellos.
Va dedicado a todas las personas que estén esperando, este momento.            






miércoles, 17 de noviembre de 2010

UN VIAJE A SICILIA EN PIRAGUA

DESDE  ALICANTE  A  PORT BOU

Era una mañana de Febrero y yo me encontraba en la playa del Camping Bahía, en la Albufera de Alicante, esperando que llegase mi piragua, también había quedado con Luis el monitor y amigo de la asociación AIEM. ¿Quién llegaría antes? Por ahí viene, por ahí viene, era la camioneta del Decatlón, que me traía la piragua. Me ayudaron a descargarla en la playa y mientras la estaba preparando apareció Luis.
¿Qué pasa? ¿Estás preparado? Me dijo, mientras me estrechaba la mano.
Pues, claro. Le respondí.
Hacía, un poco de viento pero no tardaría en salir y doblar el cabo de las Huertas, ese día decidí dormir en la playa de San Juan, monte mi tienda, enfrente de esos imponentes rascacielos  y a la mañana siguiente, con las primeras luces del alba partiría rumbo a Campello, pararía en la Coveta Fuma, a comer algo, al salir de allí hacia un fuerte viento, que me haría volcar por primera vez, des volcaría mi piragua rápidamente y me subiría a ella de un salto, poniendo rumbo a Villajoyosa, no tardaría en llegar a su puerto, donde pare, me hice con algo de pan y de agua, en uno de sus bares y me fui a la cala del Conil a dormir. Al la mañana siguiente  no hacía muy buen tiempo pero decidí salir, cuando partía de la playa una rompiente me vuelca la piragua y al des volcarla el remo hace palanca con el fondo y se rompe.
Vaya desastre y nada más empezar. Menos mal que estaba al lado de casa y que había quedado dos días después, con Luis y otros amigos para pasar, una noche juntos y así que a la tarde siguiente aparecía, junto a Álvaro y otro amigo con un remo en la mano. Aun queda un poco de tarde y decidimos vernos en Benidorm, yo iría remando y ellos se acercarían en el coche. Allí nos veríamos en una cala a las afueras de la ciudad, donde pasaríamos la noche y tendríamos una pequeña fiestecilla.
Al día siguiente tocaba despedirse, yo llegue hasta el morro de Toix y me comunicarían por teléfono que la madre de una buena amiga mía tenia metástasis y estaba muy mal. Así que a la mañana siguiente decido llegar a Moraira y allí coger el tren para volverme a verles, pase un día con ellas y a la mañana volví a coger el tren para volverme a por mí piragua. Ese día dormí un poco antes de llegar a Javea y el próximo día llegaría hasta  Gandía donde tuve que parar un par de días por mal tiempo. Cuando partí estaba un poco preocupado, pensaba que todo iba a ir igual de lento pero al día siguiente me encontraba en la Albufera de Valencia y al siguiente ya había pasado la ciudad. Pero en Buriana, me iba acontecer algo digno de narrar.
La tarde que llegue, plante mi tienda no muy cerca de la orilla pero a la noche se levanto la mar y a la mañana, tuve que recoger corriendo la tienda, porque las olas iban a entrar dentro. Me dio el tiempo justo para recoger las cosas que tenia dentro, cuando acabe una ola entro dentro, llevándose la tienda hacia la playa y dejándola toda mojada. Estaba lloviendo algo y pensé en dejar la tienda bajo del voladizo de unas casas para que se secase, el tiempo era malo y mientras daba algunas vueltas por el pueblo la tienda se iba secando. La sorpresa vino cuando doblo una esquina para ver que tal anda la tienda y veo que no está. Ya me han robado, pensé y empecé a jurar y perjurar pero la tienda no aparecía. Estaba muy enfadado y en eso que apareció Manolo, un señor de Madrid que ya llevaba unos años viviendo en Burriana, lo primero que me aconsejo, cuando le conté lo sucedido fue que me tranquilizase, luego me dijo; que no me preocupase que el pueblo era muy pequeño y que todos se conocían. Así que no le extrañaba que si la habían cogido volviese aparecer. Se fue y me dejo solo de nuevo, pero al par de horas apareció otra vez y en sus manos llevaba mi tienda, fue una gran alegría el volverla a ver. Le di las gracias y a partir de ese momento todos me conocían en el pueblo, me trajeron hasta algo para cenar y esa noche dormiría algo más alejado de la playa, cerca de una asociación que había para los jubilados de la mar.
A la mañana siguiente antes de partir, ya me estaba esperando una señora con una bolsa de nueces y unos plátanos para que me llevase y así como partí de Burriana. Me esperaban muchos sitios por conocer y aunque no fuese el único percance que tuve, no me iba a dar por vencido. La siguiente cita bonita vendría en el delta del Ebro, aunque también pasaría por sitios maravillosos como Peñiscola. Esa noche la pase durmiendo en un astillero bajo un barco y a la mañana siguiente mientras conversábamos, el dueño del astillero me invito a un café.
Conforme me iba acercando al delta del Ebro, vi a un pescador y este me informo que me metiese en el primer brazo, que luego podía salir a mar abierto. Yo le hice caso, lo que no sabía que iba a llegar tan extenuado, que cuando vi tierra no me pare, ni a pensar, que era un cenagal, no importaba necesitaba descansar mis  brazos no daban para más. Cuando hube descansado un rato partí entre las mejilloneras, era precioso, de vez en cuando encallaba mi piragua y tocaba meter los pies en el lodo y andar un rato arrastrándola. El atardecer era precioso, veía manadas de flamencos australes que emprendían el vuelo cuando me acercaba, era encantador, hasta hice una pequeña parada  en una pequeña torre que había derruida, en medio del agua. Llegue a una rampa que había para subir embarcaciones, era el lugar ideal para montar el campamento, habían unos chavales de voluntariado medio ambiental y estuvimos hablando un rato mientras montaba la tienda, estos me informaron que más adelante había como un canal que atravesaba el brazo de tierra y llegaba a mar abierto. Quizás esa noche fue la noche que más frio hizo durante todo el invierno, a la mañana cuando desperté, el doble techo de la tienda estaba escarchado y mientras desayunaba iban llegando pescadores dispuestos a salir con sus barcas. Estuvimos hablando un rato y aproveche para preguntarles lo de la canal, a lo que respondieron, con un no rotundo, decían que llevaban pescando toda la vida allí y que no habían visto nunca una canal. Pero me dijeron que no me costaría arrastrar mucho los doscientos o trescientos metros, la piragua, que me separaban del mar abierto.
Con la idea de arrastrar mi piragua, partía de ese pequeño muelle y en media hora me encontraba en tierra, la estrategia era la siguiente; vaciar mi piragua, llevar las cosas hasta la playa y por ultimo arrastrar mí piragua hasta allí. Una vez que estaba todo allí, monte el equipo encima de la piragua y salí mar abierto, aquí la mar estaba más movida pero no impidió que llegase a la misma desembocadura y parase en la misma, en un ápice de tierra, mientras veía a unas cuantas barcas pescar en la misma desembocadura.
Cuando partí de allí, era impulsado por las olas que producía la desembocadura, era una gozada surfear estas olas, sin el problema de encontrarte ese obstáculo de la orilla. Estaba oscureciendo pero estaba dispuesto atravesar todo el delta del Ebro, por lo que llegue al siguiente puerto de noche, era como si me estuviesen esperando, me dejaron ducharme en sus vestuarios y después me fui a tomar algo y a conectarme un rato a internet, cuando regrese al puerto se brindaron a dejarme dormir allí pero llegaba con ganas de ir hacia una playa y dormir allí, así que me tomaron por loco y dejaron que me marchase. Y esa fue la travesía del famoso delta del Ebro, conocido por su peligrosa desembocadura.
Al poco tiempo llegaba a la provincia de Barcelona y en el puerto de Castelldefel, me querían hacer pagar por amarrar mi piragua y cargar de agua, a lo que les respondí con un venga ya, cargando de agua en el pantalán y llamándoles de catalanes, tacaños y más cosas. Pase la gran capital y a medio día paraba en la Barceloneta después del puerto y después de uno o dos días más navegando, haría un viaje de vuelta Alicante, porque sabía que después lo tendría mucho más difícil.
Cuando llegue dije, que estaba dispuesto a llegar hasta Venecia, que como última prueba me faltaba pasar el cabo de Creus. Pero no me hacían mucho caso, así que pase unos días con los míos y volví a por la piragua, que estaba en un puerto, dispuesto a proseguir el viaje. Me adentre en el cabo de Creus y todo era encantador, aunque el tiempo era algo malo me permitía, ir poco a poco arañando unas millas. Pise una de las islas Medas y subí hasta su cima, también pase la bahía de Rosas en línea recta, pese a los consejos de las personas del puerto de la Escala, que decían que fuese costeando. Pero un poco más tarde me tocaría descansar en una cala medio día debido al mal tiempo y al siguiente tendría esas maravillosas vistas del faro de Creus, con las montañas de los pirineos nevadas al fondo.
Me daban ganas abandonar mi piragua y ponerme andar por esas grandísimas montañas pero mi viaja debía de proseguir y esa misma tarde llegaría a Portbou, donde se cumplía la primera etapa, de este periplo del Mediterráneo.                                   



sábado, 13 de noviembre de 2010

CUADERNO DE BITACORA 1parte

No voy a contar mi vida y mi nacimiento, quizás no tenga nada de especial, seguramente sea tan normal como; pasar una infancia con tus padres, crecer con los problemas de la adolescencia y llevar una vida lo más acorde al sistema que nos rodea pero en el fondo había algo que me hacia narrar una serie de episodios, que cada vez me hacían gestionar mi existencia.
Corrían tiempos de abundancia y en mi ciudad bañada por las tranquilas aguas del Mediterráneo, las personas andaban como locas, confusas por las noticias que comunicaban, a unos ciudadanos que perdían los valores de la vida, para obsesionarse en cosas vánales, preocupándose que iba a ser de ellos el día de mañana. Todo este mundo era tan diferente a mí, que se me hacía muy difícil seguir su ritmo, pero pienso que para seguir en el camino, también hay que bajar al infierno. Y el camino estará lleno de sentimientos, de sensaciones, de encuentros y de verte tu mismo en soledad y esta combinación tan explosiva harán a una persona, más o menos capaz de afrontar una serie de situaciones, que a la vez te darán otras y otras y … Y este es otro gran problema en mí.
Y que me iba a dar tanto cumulo de sensaciones que Alicante tuviese puerto, a mar abierto, adquirido por gente ostentosa, que ya no tenían en sus entrañas el sentimiento de conocer mundo y emprender nuevas semillas en otras tierras, enfrentándose a los mares que hiciese falta. No me importaba, no estar rodeado de auténticos marineros y no tener una reina que me pagase mi calavera. También eran otros tiempos y esto último resultaba más fácil, simplemente tienes que ir con una tarjeta de plástico y consigues todo lo que necesitas, yo que venía de sitios donde era difícil hablar de dinero, pero en el fondo soy un sentimental y todas estas ideas que conllevan las nuevas tecnologías, no me convencen demasiado.
Recuerdo, la primera vez que salía a la mar con mi embarcación el Peregrino, un pedazo de kayak, con el que estaba dispuesto a llegar a Tarifa y más allá. Me basto que vinieran unos buenos amigos y nos despidiéramos a la luz de la luna, con unas cervezas y unos cuantos cañones, no esos que se disparan. Para poner rumbo en una larga noche a esa pequeña pero maravillosa isla, que tiene Alicante, Tabarca. Pase entre sus escollos y dormí en una pequeña cala orientada al sur, hasta que amaneció. Cuando desperté y fui a un barecito pasó algo muy gracioso. Una policía me pregunto si era yo el que había dormido en la cala. A lo que le respondí; que yo era de Barcelona y no sabia na. Tonterías de esas a mí, que he dormido hasta en los lidos privados de Italia.
Ahora voy a empezar, mi tercer viaje en piragua por el Mediterráneo, partiré desde la isla de Sicilia al Sur de Italia e intentare llegar a Estambul (Turquía). Las fechas de partida se van aproximando, pero aun me toca pasar unas navidades bien merecidas. El proyecto del Peregrino sigue sin ser financiado, ni por el tesoro público, ni el privado. Pero no es obstáculo para esa idea del peregrinaje, que tan arraigada la tiene.
Hace unos meses llegue de ese continente tan mágico, que es el África y tan diferente que a veces parece que estés en otro planeta, aunque el único que tiene el ombligo para adentro eres tú. Tenía muchas ganas de comunicarme con los míos, pero sabía que iba a dejar atrás un mundo, que me había enseñado un montón de cosas y aunque eran muy difíciles de aplicar en este mundo gestionado por el capitalismo, no quería que se me olvidaran.
Cuando llegue al aeropuerto de Alicante, nadie vino a recibirme, muy normal en mi, llegar de sorpresa. Todo parecía una estación alienígena, fría como el hielo, maquinas para todo, luces y colores por todos lados, gente uniformada y con un estrés y unas prisas, imposibles de ver en cualquier país de África, cuando salí fuera habían naves que te tele trasportaban, a cualquier parte. Pero ni corto ni perezoso desenfunde la bicicleta que me había llevado a Suráfrica y puse dirección al centro de la ciudad. Las personas que veían mi rueda trasera, me anunciaban, que estaba muy doblada. Yo les respondía; no importa ya llevo más de diez mil kilómetros así.
Llegue a la ciudad que me vio nacer, pero todo era tan diferente a esa Alicante de piratas, recuerdo cuando corría por sus descampados, con un pantalón corto, una camiseta vieja y una pandilla de niños buscando la aventura más grande o enfrentándonos al bando enemigo para conseguir la gracia de la princesa. Y así pasaron los días pero yo seguía siendo un pirata y mi ciudad no estaba preparada para este tipo de personas.
Después de unos cuantos kilómetros, llegue al barrio donde vive esa encantadora persona, que es mi hermana. Las calles de este barrio me han visto crecer y también me vieron partir hacia África, en un viaje que estuvo lleno de problemática política, desde el primer momento. Cuando quería iniciar mi viaje por Argelia y lo único que encontraba, eran pegas para pasar por este país. Lo que me hizo pensar volver a coger la opción de Marruecos, Mauritania, Senegal…No me importaba volver a pasar por sitios por los que había pasado anteriormente, tenían tanto que saborear. El viaje me hizo recordar muchas sensaciones anteriores y cada vez que iba a pasar por una zona por la que ya había pasado, pensaba será así y asa. Nunca me defraudaba, aunque resulto ser un viaje diferente, cargado de nuevas amistades, momentos y  porque no problemas que ya empezaban en la frontera de Mauritania. Pero ya habrá tiempo de hablar de mi viaje. Ahora me tocaba recordar a esa persona tan especial para mí, María Victoria Domenech Sánchez.
Los tiempos han cambiado ya tenemos unos cuantos años más, pero aun sigue siendo esa persona sensible, a la que su hermano pequeño la seguía por debajo de las camas para poder verle las braguitas, luego me apuntaba a unas clases de música para quitarle importancia. La verdad que de los tres hermanos, fue la que salió con la cabeza más en su sitio, ayudaba a sus padres, luchaba por sus hermanos y por todo eso y más fue la que más lo sufrió. Aunque aún recuerdo cuando los fines de semana, nos despertábamos y nos subíamos los tres juntos en una cama conmigo en medio y nos preguntábamos por lo que habíamos soñado y los tres soñábamos lo mismo y juntos íbamos haciendo una historia, que otro día, volvíamos a intentar continuar. Son tantas cosas que olvidar, que es imposible. Pero era la chica y con mi hermano haría mi primera vía de escalada, eso que me vistió durante tantos años y por lo que hubiera dado a ciegas mi vida más de una vez. Que son ellos, todos los que desprenden calor. Y de mis hermanos, es tanto, que los malos momentos solo se pueden quedar en guerrillas  familiares.
Y así volví a mi barrio, con el triunfo de haber llegado a Cape Twon y haber atravesado toda África, en una bici. Cuando abrió la puerta de casa, mi hermana se llevo una gran sorpresa, a las que ya está acostumbrada:
-Hombre, Ramón.
-Un beso Victoria.
Estuvimos un rato hablando y que raro esta vez, no fue acosarme desde un principio con mis proyectos de vida, incluso me animaba a seguir con mis viajes. Era algo diferente para mí, que me hizo mucha ilusión. Pero no solo de ilusión vive el hombre, así que ya rondaban por la cabeza planes de esponsorizacion, eso tan difícil para una persona a la que le gusta llevar su ritmo, así que ni corto, ni perezoso, me puse manos a la obra. Pero ¿cómo se hace eso? Lo primero que se me ocurre, es ir dejando un dosier que preparo, ya no sé ni para que o para quien por todos los medios de comunicación, hasta que ya me doy cuenta que nadie me hace caso y opino que este trabajo es un poco inútil. Mientras los días pasaban sin muchas fiestas de bienvenida pero con muchas alegrías.
 Yo, no se podía decir que parase quieto, siempre tenía algo que hacer o ir a visitar a alguien pero empezaba a echar muchas cosas en falta y todo esto me empezaba aburrir y no llevaba ni un mes, en Alicante. Muchos creen que es una buena vida eso de no hacer nada, dedicándote hacer tus cosas. A mí esto ya me resulta aburrido y tener un trabajo cómodo, una pequeña obligación lo mismo.
No sé, a veces, pienso que esto ya no está hecho para mí. ¿Por qué? Un motivo importante es que no se qué pinto, no es mi guerra, no quiero este mudo tan complicado, con tanta abundancia, no me gusta y no puedes luchar contra toda una población desbocada, yo me adapto pero no duro mucho y en el fondo estoy triste, me falta energía. Me niego a vivir así. En cambio, cuando estoy en un pueblecito de esos por ahí perdido es diferente. Te despiertas una mañana y ves que el ritmo es diferente, tienen que ir con cuidado no acabar todas las cosas que tienen que hacer. Tú te levantas indagas y ves tantos problemas que se podían solucionar con un poco de inversión, hablas con ellos, eso tan difícil. Comunicarse sin medios, ya no solo por el idioma, a veces por el desconocimiento de las cosas. Y vas pasando el día contemplando de que manera tan simple ha pasado y admirando lo poco que has gastado, ya no me refiero al dinero, eso tan banal, sino a las riquezas de esta tierra. En el fondo ha pasado un día tanto en el mundo desarrollado, como aquí pero aquí se tienen otros valores de vida y para lo que aquí puede ser un acontecimiento histórico que llegue un hombre blanco, con una bici, hacerte una fiesta, tenerte un mes o el tiempo que haga falta en el pueblo, hacerse todos amigos tuyos dándote el numero de móvil, etc. Aquí puede ser que llegue el Papa, montar la gran fiesta y estrecharte la mano. Pienso que hay mucha diferencia.
Son también muchas cosas más las que aprecio y las que me hacen sentir, estar incomodo. La verdad que valoro lo que tengo aquí y siempre lo llevo conmigo y sé que un día volveré con otra mentalidad, es una fase de la vida que es  interesante pasarla, al menos para mí.
Pese a mis problemas de existencia, estaba en Alicante e intentaba no desaprovechar el momento. Además pensaba salir con mi piragua para el 4 de Octubre y yo había llegado el 11 de Julio de África. Y aunque me estaba agobiando porque nadie me hacía caso, no lo estaba pasando mal. No quería agobiarme tampoco porque intentasen cambiarme la forma de vida y mis pensamientos. Y pensé que estaba llegando el momento de coger algo de distancia, así que mi cabeza, empezó a cuajar una idea que ya llevaba dentro.
Por un lado, empezaba a notar faltas. Aquí no habían arboles, ríos, montañas en definitiva donde estaba la naturaleza y la convivencia. Este año a mis amigos y compañeros de AIEM (asociación de inserción del enfermo mental), nos habían quitado los campamentos de voluntariado ambiental, vigilando los bosques. Y además donde estaban las aventuras, aquí solo las tenía cuando salía con el capitán Héctor Navarro, del que ya hablare y nos perdíamos con el súper cata, por la bahía de Alicante. Un catamarán que cuando lo compro, salía un silbidillo, de no sabemos dónde, cuando arreciaba el viento, así que le íbamos a poner el fantasmilla pero al final se quedo, con el nombre del Catalejo. El nos ha hecho trazar un montón de diagonales por esta bahía y nos ha llevado más de una vez a Tabarca. Aunque lo más grande que ha conseguido es formar a ese equipo, dispuesto a lo que haga falta y pasar un buen rato juntos, eso sí más de una vez hemos estado con el culo apretado. De nuestra amistad no es que la haya mejorado o empeorado pues la llevamos, más de veinte años y es difícil que se rompa, por que se caiga un mástil o porque un barco empiece a de vueltas, el solo por el mar.
Por otro, lado me había venido a la cabeza que tenía que seguir intentando divulgar mis ideas. Y si aquí no me hacía caso nadie iría donde hiciese falta, no me importo cargar con el ordenador y un proyector, a lo que soy tan reacio. Las vacaciones ya estaban pensadas, tenía ganas de volver hacer el camino de Santiago y que mejor sitio para divulgar la historia del Peregrino.
Cuando empecé a decir que me iba a ir a Pirineos, con mi bici y de allí haría el camino de Santiago, no me hacían mucho caso, acababa de llegar de África, por lo que pensaban que estaría cansado de tanto viaje.  Pero pasaron algunos días y seguía con la misma idea, incluso más convencido, había conseguido algo de material de dos colaboradores que me apoyaban y ya estaba listo todo para partir. Entonces empezaron a decir; ¿Qué, que iba hacer yo allí? Sabía que seguramente no haría gran cosa pero lo tenía que intentar, venia con las pilas muy cargadas, gracias a ese continente y no me podía quedar de brazos cruzados, total cada vez me cuesta menos hablar de ella, aunque no vea la impulsividad de las personas. Es tanto lo que hay que hacer y reparar, a veces nos sentimos a gusto, ayudando económicamente a una ong. ¿Pero es esa la solución? Ya intentare hablar de todo esto, para esto estoy aquí.
Seguramente, me irían mejor las cosas si me ayudasen pero es tanta la energía que retenemos las personas, que no me faltaba nadie para que diese el pistoletazo de salida. La noche antes de salir nos despedíamos, en casa de mi buena amiga Pepa, unos pocos amigos, viendo la proyección que me iba a llevar para enseñar, por los caminos que fuese. Fue una velada encantadora amenizada por más de un artista y el calor suficiente para aguantar un poco de alcohol. El objetivo del viaje como otras veces no sé si lo conseguí, pero me puedo sentir satisfecho, conocí a unas personas a las que intente expresar lo mejor posible mis sentimientos y les di a entender algo de este continente, tan querido para mi, África.
Cuando pare, con el autobús en Lérida, estaba entusiasmado con subirme al Pirineo, a visitar a Xavier Siscart  esa persona tan especial. El encuentro no sé cómo iba a ser y mientras me acercaba con mi bici, no paraban de rondarme ideas por la cabeza, hacía años que no nos veíamos y la convivencia juntos había sido muy intensa pero, el encuentro, no podía ser de otra manera, así es el. Estaban en una comida de final de temporada, con los trabajadores y familiares pero no tardo en sentarme a su lado. A la vez que me daba su confianza, no era tonto y a la vez que hablaba veías, que olvidaba, es una persona que marca y de la que no suele quedar nada de lo malo. En cuanto a si es autentico, lo es; un poco artistilla, con sus ideales muy claros, su familia y estas cosas y algunas más las hace realmente a gusto, lo de bien, nos lo dejaremos aparte como todos los que somos un poco chapucillas.
Pase unos días realmente bien, relajado hablando de nosotros y comentándonos proyectos, parecía que habíamos vuelto a los viejos tiempos. Y no me apetece pasar la hoja. Pero me iba a encaminar al pueblo más joven de escaladores, alpinistas y montañeros, Benasque. Donde no me deparo mucha la suerte, quizás porque llegaba con mucha ilusión. Todo eran darme largas, además no veía a nadie de los que conocía, pero no me importaba estaba en medio de la naturaleza y rodeado de unas montañas, que siempre me han dado un montón de energía. Además no iba a ser todo tan fácil. Sabía que aquí se me podía ayudar mucho en mi proyecto y económicamente, quizás fui un poco precipitado al abandonar tan rápido, seguramente que si me hubiese quedado más de un par de días, hubiese conseguido algo. Pero mi cabeza ya estaba en el camino de Santiago y quería llegar cuando antes.
Y así fue como en unos días más me plante en Roncesvalles. Eso si antes pare en el albergue del peregrino de Jaca, donde recogí mi credencial y pase por primera vez la proyección de mis viajes. A los peregrinos que lo entendieron les agrado y algunos hicieron alguna aportación económica, que me sirvió para pasar el día siguiente. Ese no fue el único día que mostré mi proyección, por el camino una tarde que pare en un pequeño pueblo, unos niños que se encontraban jugando en un parque, me preguntaron de donde venia y sin saber cómo me encontré sacando mi ordenador y enseñándoles fotos de África.
Ya me encontraba en Roncesvalles y no sé cómo me vi liado, con un personaje curioso. Quizás fue esperando a que abriesen el albergue, que conocí a Fernando, un argentino, que venía con una bicicleta holandesa, es decir; sin frenos delanteros y los traseros, frenaban con los propios pedales invirtiendo el sentido del pedalear. Y estaba empeñado en llegar a Santiago sin salir de los caminos. Aunque no fue al único que encontré en el camino con esa moral, luego dicen de mí que si sufro. Lo mío, al de los pies con ampollas, las lesiones, los que empujan sus bicis en las cuestas por que no pueden, las madrugones que se pegan… Es pan comido, estas personas son auténticos valientes, sacan las fuerzas de donde sea para llegar a Santiago de Compostela. Pienso que es una buena convivencia, en cuanto a lo religioso ya tendré tiempo de hablar y con cosas más serias.
Esa noche dormí en la misma habitación de Fernando y la tarde la pasamos juntos, hablando de  cosas y viendo la proyección los dos solos en una de las paredes del albergue, no fue lo mismo que pasarlo para un grupo de personas, pero estuvimos comentando un poco las fotografías. El día siguiente nos separo, el tenia que parar en Pamplona a poner unos frenos delanteros a su bici y yo seguiría más adelante.
Luego, pasaron unos días, hasta que conocí a Nagore, una pequeña pero encantadora mujer. Había apostado con su padre, que llegaría a Santiago montada en su bicicleta desde Victoria. Todo ocurrió de la siguiente manera, yo había llegado al albergue de Santo Domingo de la Calzada y decidí quedarme aunque era un poco pronto. Así que lo primero que  hice después de cambiarme y de arreglar mis cosas, fue poner el cartel de mi proyección; “Hoy a las 8,30 proyección de viajes por África en bicicleta, por el Mediterráneo en…en el salón del albergue”.  Una vez hecho esto me fui a dar una vuelta por el pueblo y allí en la silla de la terracita de un bar vi por primera vez a Nagore, estaba tomándose un café y llamo mi atención verla sola, toda jipiosa, con sus mallas de rayas pero no le dije nada, siempre he sido un poco vergonzoso para entrarle a una mujer y fue ella la primera, que me dirigió la palabra cuando nos presentaron en el albergue:
-Hola, eres tu quien pasa la proyección.
-Sí.
 -Y, de ¿qué es?
-De unos viajes que he realizado por…
- Que, chulo, me interesa hay estaré.
Ese día hice el pase para siete u ocho personas, en las que se encontraba un interesante hombre que trabajaba para Repsol de ingeniero de prospecciones petrolíferas. Había estado trabajando en muchos países de África y en muchas cosas que habíamos visto coincidíamos, daba gusto hablar de África con una persona así. La noche paso pero no hubo nada mágico y al día siguiente me dirigía junto con Nagore a Burgos.
-Quieres que paremos en la fábrica de San Miguel, le decía a la entrada de Burgos.
-Pues vale, me contesto Nagore.
Y todo eran conversaciones así. Eran bastantes monólogos tanto por mi parte, como por la de ella, por lo que esa fue la última noche que pasamos juntos. Al día siguiente ella se quedaría durmiendo en el albergue mientras yo partiría a seguir mi camino. No tarde mucho en encontrar las siguientes amistades, un grupo formado por un alcoyano de Alicante, Jordi, Roger de Barcelona, una pareja de Italia y Francesco también de Italia. Había llegado a un pueblecito a medio día y se encontraban en un parque descansando después de comer, yo me senté al lado de ellos y empecé a entablar conversación, a alguno de ellos ya me los había cruzado por el camino. Así que cuando partieron no me costó decir; me voy con vosotros. Al ratito me iba a plantear otra vez lo de seguir con ellos, llevábamos veinte kilómetros y habíamos cogido una velocidad vertiginosa, la verdad que fue algo generalizado lo de apretar el culo contra el asiento y poner su granito de velocidad, aunque cuando paramos todos nos dimos cuenta que íbamos demasiado rápidos, por lo que continúe con ellos.
Esa noche, llegamos a Viatoris, un albergue del camino de Santiago, de esos que marcan, por la estupenda forma en que lo llevan y la generosidad y buen estar de su dueño. La verdad que hay muchos sitios así que no saben qué hacer, para mantener el camino, no les importa estar solos en medio de un paramo, si cuando llega el peregrino se ve cobijado, por su cariño. Son muchos  los que dejan una vida de bienestar para dedicarse en cuerpo y alma, a este menester, de ayudar al prójimo en sus metas y no tienen nada que ver con la iglesia, como ya he dicho es un buen sitio para convivir.
A la mañana siguiente, partíamos hacia León y si esa noche les había tocado cocinar al matrimonio italiano; Linda y Piero. Esa noche nos tocaría a Jordi y a mí, por lo que no podía separarme del grupo, además había quedado en enseñarles la proyección. El día paso entre bonitos parajes y la noche cayo. A Jordi le toco hacer una paella y a mí un par de tortillas, no estuvo mal, a la fiesta, se sumaron Jaume y su pareja que rodaban por el camino de Santiago agobiados por las prisas y un poco en soledad. Pedimos permiso para ver la proyección en el albergue y rápidamente nos cedieron una sala para verla. La siguiente noche sería la última noche que pasaría con este encantador grupo de amigos del camino. El ¿Por qué? Es un poco complicado, pero es una forma de ver las cosas. El grupo estaba cada vez mas hermanado y aunque se hacía muy cómodo ir de esta manera. Yo por uno de los motivos que había venido a este lugar, era para comunicar en todo lo posible mi historia del Peregrino y el estar rodeado de este ambiente de camarería, me impedía el contar cuando encontraba a alguien, que venía de África y bla, bla, …
Bueno, en realidad, fueron dos noches más las que pase con ellos, en total cuatro, no me acordaba de la noche de brujas que pasamos en Sarria, que aunque no llegamos a probar la queimada, bebimos  alguna copilla de mas y nos pegamos algún baile en la plaza del pueblo, con un grupillo gallego, por lo que quizás no me acordaba. Pero ahora me encontraba solo y añoraba esos momentos de compañía y aunque al cabo del día, siempre acababa hablando con alguien de mis aventuras. Ya no eran esos ratos de risa y de compartir.
En un par de días más me encontraba en Santiago y se iban a mover unas teclas. Cuando descanse lo primero que hice, fue llamar a mi amigo José Santamaría, un señor que había conocido en el desierto del Sahara, en mi primer viaje, al continente africano. El iba de camino a Dakla, con su furgoneta a visitar a una antigua amistad, paso despacio por al lado de mi bici, me quede mirándolo y le dije;
- Tu eres español.
Así que unos metros más adelante, paro y tres días después nos veíamos en Dakla. Desde entonces nos hemos comunicado con correos electrónicos, pero nunca nos habíamos vuelto a ver.
-Santamaría, que haces.
-¿Donde estas tu, has llegado a Santiago? 
-Pues, claro. Mañana iré a verte. ¿Cómo llego?
 -La Pobla de Caramiñal, está en bla, bla,…
Había quedado para ir al día siguiente pero esa tarde saldría a tomar unos sidriñas y conocería a Liana, que como indica el nombre me lio, ¿cómo empezó?;
 -Trae que te voy  a enseñar, a escanciar la sidra. Que yo soy de Asturias.
Y ahí estaba yo viendo cómo caía la sidra dentro del vaso.
-Sí que esta mas buena, le dije.
-Con el tapón que te ha puesto el Sebas es muy fácil, ahora sigue tu solo, yo me voy con mi colega. Me decía mientras se alejaba a la barra.
Pero no tarde en acercarme a su lado y tras estar hablando un rato con ellos. Le anunciaría que iba un momento a la estación de autobuses y luego volvería. Cuando regrese seguía en el mismo lugar, yo no tarde en pedirme otra sidra y ella no tardo en ofrecerse a enseñarme la ciudad. Me enseño la ciudad y muchas más cosas pero ninguna, que no se pueda dejar de contar.
Esa noche la acabe pasando por ahí, fueron muchas las veces que le insistí que nos fuéramos a su casa pero no quiso, a cambio conocí a un montón de gente de la noche de Santiago y ahora seguimos nuestra relación por internet y nos veremos dentro de unos días en Valencia. Cuando llegaba al hotel, era imposible coger la bici y acercarme al pueblo de José. Así que me toco coger el teléfono y llamar;
-José, que esta noche he salido y …
-Yo que había llamado a la prensa para que te hiciesen una entrevista…
-No te preocupes, hoy descanso y mañana estoy allí.
Y, bla, bla, bla… Ese día me lo tire descansando y no tengo mucho que contar, salvo que fue una resaca un poco pesada, ya que Liana y yo habíamos bebido un poco más de la cuenta. Pero a la mañana siguiente llegue con mi bicicleta, la que había llegado al cabo de Buena Esperanza, al pueblo de José. Fue un encuentro muy emocionante, hacía dos años que nos conocíamos y desde entonces nos comunicábamos por internet. Todo el pueblo me estaba esperando y al ratito vinieron unos periodistas de “la voz de Galicia” me hicieron una entrevista y unas cuantas  fotos. Después nos me llevo a polideportivo donde entrena, un sitio encantador de la ría de Aurosa, allí me duche, cambie mi equipo de ciclista, por ropa de calle y comimos en un bosque de los alrededores. A la tarde volveríamos al pueblo y me presentaría a muchas personas, subiríamos a la montaña de la pobla de Caramiñal y me enseñaría unas vistas impresionantes de la ría. Y la noche ya estaba reservada había quedado reservada para pasarla con su pareja y un buen amigo suyo. Cenamos en casa de Espe de Esperanza, una comida a base de productos de la tierra, en la que también compartieron plato su hija pequeña y José Luis, después llego el momento de pasarles la proyección de mis viajes, fue una velada muy entrañable y todos menos José Luis, nos quedamos a dormir en la bonita casa de Espe frente al mar.
La mañana siguiente llego y venia el momento de las despedidas, eso que a veces nunca quieres que llegue pero cada uno tenía sus proyectos y eran diferentes. Ellos a la tarde tenían que asistir a una boda y yo ponía rumbo Alicante, tras haber realizado el camino de Santiago, haber vuelto a ver a José Santamaría y otras amistades del Pirineo. Tras de mi quedaron un montón de historias, algunas que simplemente acaban de empezar pero mi camino seguía su rumbo y el Peregrino también, el que se crucen solo depende de nosotros.