Nuestro personaje, era un hombre que había olvidado, todo sobre su vida, a raíz de un accidente en una planta petrolífera, no recordaba ni siquiera su nombre. Cuando lo llevaron a su ciudad, las personas que lo conocían, le ayudaban; le llamaban por su nombre, les decían cosas que no recordaba, le presentaban personas que habían sido importantes en su vida… Pero el no entendía y ninguno de ellos conocía lo que había sucedido en el golfo de Guinea.

Un día sin saber cómo se propuso viajar, no quería coger el primer avión y partir lo más lejos posible para olvidar. Al contrario él quería recordar algo, algo que le enseñase sus orígenes. Así que empezó a caminar desde su ciudad y fue caminando, de una ciudad a otra.
La vida para este viajero, era muy diferente a la que yo llevaba. En esas ciudades seguía contemplando, que todo el mundo tenía su que hacer. ¿Y él? Se aburría, pasaba de una ciudad a otra, rápidamente. La verdad que eran muy bonitas, pero cuando veías unas cuantas, todas parecían iguales. ¿Y los orígenes? ¿Dónde estaban? Costaba mucho apreciarlos.

Estaba claro, el hombre había nacido para hacer cosas pero había algo más por lo que permanecíamos unidos. Y el intentaba trabajar en estas cosas. En cambio estas ciudades le impedían desarrollar todo esto. Y se paró a pensar si merecía la pena tomar otro rumbo en su viaje.
Había muchos rumbos que tomar, al igual que culturas, civilizaciones, sitios… Pero opto por la más primitiva y antigua África. Y así se puso a caminar hacia el Sur.

Ya se encontraba en África, en donde por fin, se estaba dando cuenta de lo bonita que era la vida. El veía como luchaba la gente por pasar unos minutos más en la tierra. ¿Y porque? Por muchas razones pero había una importante razón, que los unía y les hacia olvidarse de otros problemas, para estar con los suyos.

Llego a una playa desierta del Golfo de Guinea, donde se instalo y pasaba los días; pescando, paseando, cuidando su vivienda. Y por las tardes solía sentarse en la orilla del mar, a ver atardecer.
Una tarde, una niña (no tan niña), que no sabía de dónde venía, se sentó al lado de él. Se encontraron los dos muy a gusto. Y empezaron hablar de muchas cosas, en las que ambos tenían problemas con los demás. Y allí vieron juntos el atardecer. Se tenían que despedir pero algo les decía que no lo hicieran, no sabían qué hacer. De repente se estrecharon en un fuerte abrazo, estuvieron un momento unidos y se dieron cuenta que sus orígenes estaban dentro de ellos.
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